domingo, 16 de diciembre de 2012

Cataclismo y Artenara (Los descubrimientos)



Ayer hice dos descubrimientos: el primero fue el del escultor Juan López Salvador que tiene una fantástica exposición de sus esculturas en el Centro de Arte La Regenta. www.laregenta.org 

La madera de tea antigua –rescatada por el escultor de  desechos de materiales de construcción- y el metal de tono broncíneo reviven de la mano del artista para transformarse en paisajes con vida propia: una raya de acero simula el horizonte sobre la pared donde una vela triangular rompe la monotonía, un bosque de madera surge del suelo con forma de archipiélago de tea, una espiral metálica atrapa el viento de la costa de Arona, un acantilado surge vertical de la nada y una cueva de tea abre los ojos al espacio interior.

Juan López Salvador ( 1951, La Laguna) se me apareció como la brisa suave entre los pinares, como el cataclismo de Ucanca, como el cazador de alisios, como los acantilados de Anaga. Disfruté con las esculturas, como planeando su secuestro: esta para las nubes de Tamadaba, aquella para el fondo de mi playa, la de más allá para mis cuentos oscuros, la otra para las olas, la de la esquina para el silencio y todas para inspirarse.

En suma, Juan López Salvador me ha impactado con su obra de ebanista, herrero y orfebre. He llegado a sentirme avergonzado por haber sido ignorante de este artista genial. Esta pequeña reseña quiere ser un desagravio. Desde aquí hago un llamamiento a visitar su obra, a admirarla, a contemplarla con los ojos de quien observa unas obras excepcionales.  

Por si hubiese sido poco el hallazgo de López Salvador, acudimos por la tarde al Museo Elder de la Ciencia www.museoelder.org para asistir a una presentación multimedia del grupo Artenara, o algo así decía la convocatoria de un recorte de prensa que leímos en internet, para hacer el segundo gran descubrimiento del día.

Nos llamó la atención que la actuación fuese gratuita hasta cubrir el aforo de 172 personas. Llegamos temprano aunque no hizo falta porque no llegaron ni a cien los interesados. No conocía de Artenara otra cosa que su primer disco homónimo, pero esperaba un grupo de músicos versionando canciones tradicionales canarias.

La sorpresa fue mayúscula cuando empezó el espectáculo con la presentación a cargo del fundador de Artenara, Enrique Mateu, que usando por toda arma un timple conectado a un ordenador y una recopilación de alguna de las actuaciones y vídeos del grupo empezó a encandilar la sala como un prestidigitador, usando el timple como sortilegio y sus dedos como varita mágica.

El efecto fue tan estremecedor como los cataclismos de López Salvador. Las sonoridades del timple de Mateu y las imágenes de Artenara me transportaron a la poesía, al nirvana del Arte. Fue como si alguien me hubiera preparado una emboscada armónica audiovisual para provocar la reacción creadora: El Arte en Canarias está vivo y goza de salud.

Más allá de los impostores de la clase “cultureta” que viven de las subvenciones y del amiguismo hay vida. Los creadores de verdad siguen existiendo, buscando el hálito de vida, la razón y el sino entre las maderas viejas, los cantos del pescador de morenas y los sonidos del viento.


Post Scriptum:

Una mirada por www.artenara.com me llevó al terreno del “izquierdo de copia” al “copyleft”, al del derecho libre a compartir, lejos de los grandes beneficios de las multinacionales de la cultura.
Enrique Mateu es, por cierto, vicepresidente de la Fundación Copyleft www.fundacioncopyleft.org. Un nuevo concepto para investigar.        

martes, 11 de diciembre de 2012

NOBEL

 
 Cuando empiezo a escribir estas notas es el 10 de diciembre – le confieso al lector que ni yo mismo sé si lo acabaré hoy, mañana, pasado o nunca, que de todo me ocurre antes de “colgar” estos articulitos en el cadalso cibernético; pero lo difícil es empezar y eso ya lo hago en esta apertura de ajedrez literario-. Como decía, hoy es 10 de diciembre, tradicional fecha en la que se hace entrega de los premios Nobel , casi todos en Suecia, excepto el de la Paz que se entrega en Noruega.

Este último, acaban de recibirlo los representantes de la Unión Europea, a quienes les han otorgado el galardón denominado de la Paz. Después de pelearse entre sí por las cuarenta plazas asignadas a las distintas instituciones europeas; a saber: la Comisión, el Parlamento y el Consejo, ha llegado una delegación abigarrada vestida de frac y traje de fiesta para participar de la ceremonia y de los fastos que durarán dos días. Entre ellos no estarán los más dignos: o sea aquellos que no hayan querido entrar en la trifulca y no hayan sido beligerantes como debía corresponder a un acto “pacífico”.

Don Mariano Rajoy se aseguró un puesto en la fiesta, como corresponde a su alta alcurnia, habiendo confirmado con antelación su presencia en la segunda fila. Desde allí observó cómo le hacían entrega a Durao Barroso, Van Rompuy y Martin Schulz de los diplomas, medallas y el cheque por valor de 930.000 Euros.

Dicen que van a emplear el dinero en varios proyectos de ayuda infantil en zonas de conflicto; pero nadie habla del coste total del desplazamiento de esos 40 elegidos con sus respectivos séquitos. Quizás porque nos ruborizaríamos o avergonzaríamos de nuestros representantes. En fin, que ya tenemos para la Unión Europea el Nobel de la Paz –al igual que Yasser Arafat, Isaac Rabin, Shimon Peres, Kissinger, Le Duc Tho, Obama y otros caracteres de dudoso pacifismo. Aunque uno se asombraría todavía más al recordar que entre los ex-aspirantes al premio Nobel de la Paz se encontraron en su momento Adolf Hitler y Josef Stalin.

Dicen que el propio Alfred Nobel se horrorizó del uso bélico de su dinamita y por eso creó la fundación que lleva su nombre para premiar a aquellos que se han destacado en diversos campos del saber: Economía, Física, Medicina, Literatura y de la Paz. Los suecos se han reservado la adjudicación de las cuatro primeras disciplinas, reservando el más polémico, el de la Paz, para sus hermanos noruegos.

En Escandinavia, sobre todo en Suecia, hay una gran tradición y seguimiento de los nominados para los premios anuales, como si se tratara de una carrera de sabios, de la que muchos saben y discuten. Los medios ilustran sobre los méritos de cada uno de los aspirantes, manteniendo la Academia Sueca de cada especialidad la máxima discreción sobre sus deliberaciones.

El 10 de diciembre, aniversario de la muerte del inventor, el país se paraliza y se prepara para seguir por televisión las ceremonias de entrega de los galardones, que se han dado a conocer en los meses previos, de las manos del Rey de Suecia.

En los oscuros principios de diciembre, los suecos celebran encendiendo velas y luminarias una serie de fiestas que dan brillantez a su país, frío y oscuro durante el largo invierno nórdico: celebrando el día seis San Nicolás, que lleva regalos a los niños desde España, el día diez los dichos premios Nobel y el día trece la Santa Lucía, que anuncia la inminente llegada del solsticio de invierno. Es un mes cargado de fiestas populares, a las que se han agregado de forma armónica la entrega de los galardones del saber.

Uno no puede dejar de sentir admiración y sana envidia por un pueblo que ha hecho de la entrega del premios del saber y la cultura –dejemos fuera de esta designación al de la Paz- una fiesta popular. Los premios Nobel, llenos de nobleza y justicia científica y cultural, son una fiesta de todos, más allá del baile de gala en los salones del Palacio Real.

Dicho esto, ni siquiera me atrevo a comparar en voz alta con lo que hacemos en España con nuestras equivalentes ceremonias: los premios Cervantes, el Día de la Constitución u otras fiestas nacionales en un país que se desmorona entre la pérdida de credibilidad de los políticos, la monarquía, la justicia, los bancos y las instituciones democráticas.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Kilómetros, centímetros y dedos de frente


Hace algunas semanas declaraba el jugador de fútbol francés Nicolas Anelka –refiriéndose a sus compatriotas periodistas- que había algunos que habían leído kilómetros de libros y que no le servían para nada.
Anelka decía que él no había estudiado pero que ganaba mucho dinero en el fútbol chino, dándole patadas a un balón, mucho más dinero que aquellos que lo criticaban por el salario que percibía. Después de un largo peregrinar por Francia, España y Reino Unido, el futbolista había decidido recalar en el país asiático por -¿cómo no? -dinero, que es la medida de todas las cosas, como Anelka bien sabe.
El jugador cobra 230.000 euros semanales en el equipo Shangai Shenshua. Parapetado detrás de esa exorbitante cifra se pavonea delante de los periodistas del diario “Le Parisien”, diciéndoles que el teorema de Pitágoras a él no le ha servido para nada y que a los escritores del diario no le sirven los “kilómetros de libros” que han leído sino para hacer lo que hacen: escribir sobre él, estrella fugaz del balompié mundial.
No sé cuántos libros habré leído yo en mi vida, pero seguro que ocuparían algunos kilómetros de vía férrea y de vía pedestre si se contaran. He leído mucho, aunque siempre queda tiempo y espacio para seguir leyendo. Alguna vez quise leer la “Encyclopaedia Británica”, como Borges, pero solo llegué a tiempo para leer la Micropaedia antes de que la convirtieran en espacio cibernético de pago y se difuminara en competencia con Google y la Wikipedia.
Leí los fascículos semanales del diccionario enciclopédico Monitor de la editorial Salvat, que devoraba alfabéticamente cada fin de semana cuando mi padre traía los ejemplares que compraba cada quincena en un quiosco de la calle del Reloj. Según se iban completando los volúmenes encuadernados iban a parar a la librería que mi padre compró ex-profeso para ello. Desde allí me hacen guiños con sus tapas de piel cuarteada cuando visito a mi octogenaria madre.
Cientos de novelas jalonan mi existencia, y esos miles de páginas impresas deben formar muchos kilómetros, añadidos a enciclopedias, revistas y periódicos varios. Tiene razón Anelka en que no hace falta haber leído tanto para correr como un niño detrás de una pelota en fiera disputa con otros 21 gladiadores del césped. Mientras él corre detrás de un juguete, yo sigo leyendo y escribiendo en un arte decadente, el de las letras, el del pensamiento escrito.
Algo de cierto, sin embargo debe tener la opinión de Anelka porque –aparentemente- la clase que hizo dinero y fortuna hasta hace bien poco no es precisamente la que más cultura tiene o la que más libros ha leído. Sólo basta echar un vistazo a los anuncios de venta de coches y propiedades de alto valor económico que ahora salen a la venta en los portales de internet, donde no existen correctores gramaticales. Sus orgullosos propietarios están ofertando a precios de ganga, vehículos y propiedades muy apetecibles al mejor postor.
En pocos minutos de investigación verá el lector como las descripciones de los “porsches”, “bmws”y “mercedes”  de alta gama están repletos de errores que hacen daño a la vista, donde ni siquiera los anunciantes son capaces de escribir el nombre de la marca y modelo de su coche correctamente.
Si se hace lo mismo con apartamentos en el sur o casas de campo, que fueron preciados objetos de los deseos de la especulación inmobiliaria, como segundas viviendas, se verán los mismos errores en las descripciones. Mucho me temo que aquellos que se enriquecieron rápidamente compartían con Anelka el mismo espíritu: No lean; es inútil.
Desafortunadamente, no sólo son aquellos que ahora venden sus propiedades las únicas víctimas. Todos estamos siendo afectados por la crisis económica, tanto letrados como iletrados.
Pero la crisis más preocupante es la que subyace debajo, la crisis de valores éticos y morales. Es curioso que Anelka reaccionara agresivamente al ser preguntado por los periodistas sobre su sueldo –libre de impuestos en China- y, por consiguiente, libre de los planes del gobierno socialista de Hollande de gravar los salarios de los futbolistas en Francia. Los privilegiados, aunque sean de origen modesto, esgrimen la bandera de la invulnerabilidad de sus riquezas al fisco.
Sufrimos en nuestro país de unas nefastas administraciones públicas y unos gobiernos incapaces para solventar los retos que supone esta época de crisis global. Así que los argumentos de muchos ciudadanos empiezan a transmitir la sensación de decadencia de esta civilización, de este modelo de sociedad: todo vale mientras yo me salve.
Eso parece estar causando el deterioro social y económico de nuestra sociedad de forma acelerada. No sé si estoy contemplando el desmoronamiento del modelo social español (y quizás europeo), con la pérdida de derechos sociales, acompañada de la pérdida de todo sentido ético y moral, una especie de caída del “Imperio Europeo” del mercado común y la moneda única.
Mientras eso ocurre me refugio en la lectura de los Episodios Nacionales de don Benito Pérez Galdós, añadiendo más kilómetros de libros a mi vida -¡qué significa una raya más para la piel del tigre!- mientras se oyen los ecos de las manifestaciones en la calle.
 
 






viernes, 26 de octubre de 2012

Acrónimos, acrósticos y diletantes



Yo fui de esos niños tranquilos, de los que no causan líos, salvo aquellos motivados por su timidez, su pachorra o sus ausencias. La niñez la pasé solitario, metido entre libros o tirado en los prados contando las patas de las hormigas –mi madre “dixit”- u observando con la precisión de mis ojos miopes lo infinitamente pequeño y las letras místicas de Borges.
Tardé mucho en levantar la vista a los horizontes lejanos, a lo próximo y los prójimos. "Gracias" a un estúpido oftalmólogo de la Seguridad Social, que tardó en darse cuenta de mis problemas visuales más de lo oportuno, me demoré en llevar unas gruesas gafas que me permitieran ver el borroso mundo exterior, detrás de un culo de botella graduado.
La prótesis visual me permitió ver con nitidez. Lo hice con la misma curiosidad y perplejidad de entomólogo con la que otrora observara lo cercano, descubriendo lo próximo y lo lejano. Recuerdo que me llamaban la atención la suciedad de las paredes de mi ciudad, las caras arrugadas y las miradas tristes. Pero también me maravilló el océano y los perfiles de las montañas de la Cumbre, más allá de la montaña Codeso y los Roques del Saucillo.
Llevar lentes correctoras me permitió ver el mundo exterior con mayor confianza y eso me movió a querer explorar ese nuevo mundo que se abría delante de mí: ya no sólo quería radiar los duelos de la Unión Deportiva, quería jugar al fútbol como Juanito Guedes o correr la Maratón como Emil Zátopek o Abebe Bikila y no sólo escribir como Salgari o Stevenson.
Me volví “desinquieto” (no puedo remediar el canarismo contradictorio) sin dejar de ser estoico. Una combinación del Americano Impasible, Robinson Crusoe  y Deckard, el blade runner, persiguiendo replicantes y diletantes. Vi mucho cine y rompí unas cuentas gafas, intentando convertirme –en vano-en estrella del baloncesto o as del balompié. También corrí por playas y montes, bajé al fondo del mar y me colgué de un periscopio estelar.
Esa inquietud me acompaña hasta hoy, aunque no haya logrado tocar las estrellas, cuando sigo mirando las patas de las hormigas o de las pulgas que nos plagan. Además la edad me ha hecho crítico, mordaz y hasta sarcástico, lo cual vale tanto para escribir entre líneas como dentro de ellas.
 El otro día tenía un catarro con toses y fiebres que no se bajaron durante el fin de semana, así que se me ocurrió ir al médico. El buen hombre, sin mirarme a los ojos, me auscultó, me miró el interior de mi maltrecha garganta, comprobó que mi nariz estaba congestionada y se sentó sin mediar palabra para escribir en su ordenador.
Como no veía lo que estaba escribiendo, me fijé en su cara: estaba concentrado en lo que hacía, frunció el ceño durante unos segundos, con actitud de preocupación y miró mi cara desaliñada, con barba de tres semanas, con gesto de desaprobación.
Me temía lo peor mientras que aquel heredero de Galeno esperaba que saliera la hoja de la impresora con su diagnóstico y la prescripción médica: me la alargó diciendo: guarde cama un par de días, tómese la medicación y vuelva por aquí en caso de que no mejore.
A mí todo aquello no me pareció muy tranquilizador: Me prescribía aceltilcisteína, paracetamol y budesonida, según principios activos de nombres farmacéuticos , casi cabalísticos, pero que más o menos me resultaban conocidos.
Lo más inquietante era el diagnóstico con todas sus letras: ¡IRVA! Tenía un “irva” y confieso que no sabía qué rayos era aquello.
 Las nuevas recetas son un peligro para los enfermos hipocondriacos. Ya no son ilegibles como en los viejos tiempos, donde el facultativo garabateaba de su puño y letra tanto el diagnóstico como su prescripción. Ahora el ordenador se encarga de la traducción instantánea de las crípticas letras médicas.
Aquello del “irva” me intranquilizaba sobremanera, así que camino a la farmacia eché mano de ese invento maléfico de los teléfonos móviles “inteligentes” y consulté a San Google bendito que está en la red de redes, tecleando entre toses, IRVA. El resultado fue tranquilizador: Infección Respiratoria de las Vías Altas. O sea, un catarro de toda la vida.
No supe sin reír o llorar. El doctor no se limitaba a llamar al benigno catarro con su nombre; lo denominaba IRVA y ni siquiera se sonrojaba. La tendencia entre la profesión médica apunta hacia ese objetivo: hacer difícil lo fácil y complejo lo incomplejo. Si usted tiene un catarro o una laringitis le van a decir que tiene un IRVA, si tiene una pulmonía, ya no le dirán que tiene neumonía –como se le denominaba hasta hace bien poco- sino le dirán que tiene una IRVB, o sea que tiene una infección respiratoria de las vías bajas.
Gracias a que todavía no estamos en la campaña del IRPF o del IGIC o del IVA, pero las nuevas denominaciones médicas parecen destinadas a asustarnos más de la cuenta por enfermedades, que ahora sufriremos unidas a la correspondiente reducción salarial: Si usted tiene un IRVA con prescripción de reposo durante tres días, tendrá la correspondiente reducción salarial del 50% de su sueldo. Si tiene un IRVB con veintiún días de baja laboral tendrá una reducción de sus emolumentos del 75% de su salario.
Parece que todo empieza a encajar en este mundo decadente, donde las cosas no se llaman por su nombre para que nos confundamos un poco más.
Después de ahondar en el tema y, sin salirnos del mundo médico-farmacéutico, vemos como el copago sanitario va unido a nuevos acrónimos dedicados a los iniciados: si usted oye que su farmacéutico hablan de PRMs, entienda que hay Problemas Relacionados con el Medicamento, o sea que si usted –por ejemplo- toma amlodipino para la hipertensión y se le hinchan las piernas tendrá un PRM.
Aunque todavía más grave sería si usted tiene un RNM, o sea un Resultado Negativo de la Medicación, como una arritmia. Como se puede ver se está creando una terminología destinada a ser confusa, una especie de “newspeak” o “neolengua” de aquella obra premonitoria de George Orwell llamada 1984, donde la élite hablaba una versión "nueva" del inglés, sólo conocida por ella. Orwell aparentemente sólo se equivocó en unos treinta años en el título de su obra.
Yo no sé si esta es una epidemia de acrónimos destinados a confundir a los profanos o una carrera hacia unos eufemismos irreconocibles que necesitan de una guía hasta para los iniciados, que hacen uso de ellos para obtener una ventaja sobre los demás.
En el terreno de la Enseñanza tampoco nos hemos librado del uso y abuso de los acrónimos. Como quiera que el informe PISA ha puesto a la Enseñanza Pública de Canarias a niveles cercanos a los de Zanzíbar o Pernambuco, los sesudos pensadores a sueldo de la Consejería, se han puesto a modificar la forma en la que los docentes debemos programar, utilizando los conceptos de lo que se ha venido a llamar Competencias Básicas. Los documentos relativos al tema están llenos de acrónimos, acrósticos y galimatías varios que requerirían de un estudio en profundidad y que dejo para una próxima entrega de esta entrada.
Esta claro que el sistema educativo canario y español necesita medidas que corrijan sus deficiencias. La cuestión necesitaría un debate amplio, mucho más allá de lo que este modesto escritor pretende con este artículo, pero los problemas educativos no se resuelven exclusivamente cambiando la nomenclatura de los modelos programáticos y sustituyéndola con una “neolengua” plagada de términos urdidos por diseñadores de acrónimos.
George Orwell en “1984”, Aldous Huxley en “Un mundo feliz” y Ray Bradbury en “Fahrenheit 451” reflejaron en sus obras de ciencia ficción distópica las nuevas sociedades dictatoriales que amenazaban el horizonte del siglo XX, manipulando y controlando las sociedades con instrumentos  lingüísticos, de comunicación y control de masas. 
Es posible que estemos viviendo los primeros síntomas de que esa nueva sociedad totalitaria pueda hacerse realidad en el siglo XXI.

viernes, 5 de octubre de 2012

Los cofres del Congo Belga y mis coches

No sé si el amable lector conoce mis aficiones, pero sabrá de alguna de ellas si sigue leyendo. Entre las más caras -tanto por dinero como por cariño- figura mi pasión por los coches clásicos; aunque más de uno me ha recordado, no sin razón, que los míos son simplemente “coches viejos”. Esta pasión es, como todas las aficiones irracionales, tanto placer como tormento, bien entremezclados e indisolubles.




Hace bastante tiempo que el vicio andaba aletargado entre la racionalidad y la falta de liquidez económica. Aunque recientemente parece que el exterior se ha confabulado para volver a recordármelo, reavivando la llama que ardía soterrada en el sótano de casa.

Pues bien, “ahora más allá” -me gusta el canarismo- le compré una piezas de frenos de un rarísimo FIAT 130 Coupé Pininfarina de 1974 a un señor belga que las ofrecía por internet. Como podrán suponer, poseo un ejemplar de tal vehículo que espera su restauración en algún garaje perdido. Se lo compré, en un arranque de locura, a un taxista que lo tenía arrimado -otro canarismo- con el cárter roto y no sé qué más problemas. Después de la adquisición estuve un cierto tiempo recopilando repuestos para poder devolverlo a la vida. Eso sólo fue el principio de una azarosa aventura, que me llevó a recorrer muchos kilómetros, gastar mucho dinero y hacer una tarea detectivesca localizando repuestos y supervivientes de esa serie de coches de la FIAT en Canarias.
Ese trabajo se interrumpió después de varios años durante los cuales me dediqué a la compra compulsiva de varios ejemplares de FIAT 130, unos moribundos, otros mutilados y alguno en estado comatoso. También compré restos de stock en varios garajes que habían conservado repuestos para los malhadados vehículos. Después de muchos meses terminé con dos vehículos completos con posibilidades de recuperación y varias toneladas de piezas usadas con las que resucitarlos. Tras la fiebre inicial y muchas vicisitudes que le ahorraré al lector, el proceso quedó interrumpido sin fecha de continuación.

Pero, como decía más arriba, el destino tiene designios inescrutables y el señor belga a quien le había comprado los frenos, me dijo que visitaría Gran Canaria el pasado mes de febrero. Así que le busqué un hotel en Las Canteras y le ofrecí un poco de hospitalidad isleña, haciéndole de buen anfitrión en su estadía invernal. Le enseñé mis coches y lo paseé por algunos museos de automóviles clásicos de la Isla. Lo acompañé a algunos campos de golf que yo mismo no conocía y lo invité a almorzar en una cueva restaurante: el colmo del exotismo.

Pensé que con eso cumpliría con mi deber. Pero para mi sorpresa me ofreció un trato: me dijo que estaba desprendiéndose de sus coches en Bélgica y que me remitiría su propio “stock” de piezas del FIAT 130. Al principio, y en mi neerlandés oxidado, le respondí que no andaba muy bien de finanzas y que no podría comprarlos. Además casi me había aburrido de mis coches y pensaba quitarlos al mejor postor.

Su respuesta me sorprendió: Se mostró horrorizado y me dijo que le gustaría subirse en Gran Canaria a un FIAT 130: uno d ellos míos reparado con sus piezas y, además, no quería que le pagara con dinero. Se contentaría con poderse quedar un par de semanas en mi casa. ¡Un trueque! ¡Las piezas del 130 a cambio de dos semanas otoñales en mi casa! Yo que he cambiado un corte de pelo por un libro y hasta alguna estampa de Gallego, el defensa del Barça de los sesenta, por otra de Tonono, Guedes o Germán, ahora me veía confrontado con otro reto de trueque.

Al principio pensé que estaba de broma, pero no. No era una broma, era un trato entre dos honorables comerciantes fenicios (Gracias, Asterix). Mi nuevo amigo (o algo así) me proponía un trato tentador: yo recibiría media tonelada de piezas del FIAT 130, entre ellas la biblia: el manual de reparaciones original de fábrica, y él se acomodaría en mi casa -y sobre todo en la soleada terraza de la azotea ¡Están locos por el sol estos pálidos europeos! (Asterix, de nuevo).

Así que, después de varias peripecias y aplazamientos, por fin han llegado las mercancías y los belgas. Primero aterrizó el matrimonio procedente de Bruselas y unos días más tarde un envío marítimo de cuatro cajas metálicas desde los muelles de Amberes, cargadas de chatarras varias. El belga había usado cuatro baúles metálicos para embalar y estibar los repuestos y, camuflados entre ellos, incluso, un juego completo de palos de golf.

Cuando llegamos al tinglado del muelle para recoger la carga -tras pagar servicios de tránsito, impuestos varios y propinas a los que nos ayudaron a manipularla- me llevé una sorpresa mayúscula cuando mi amigo Willem (ahora lo puedo considerar así) me dijo que los arcones metálicos eran de la época colonial belga en el Congo.

No sé si me sorprendieron más la tornillería bruñida al cadmio, las culatas preparadas para montar o el carburador perfectamente reparado o las maravillosas cajas donde habían venido desde Brujas. Willem me aclaró que las cajas tenían casi un siglo de uso y habían servido para enviar todo tipo de mercancías entre Bélgica y la colonia africana. Incluso me insinuó que alguna vez quizás se hubieran usado para enviar diamantes en bruto.

Los cofres permanecen en mi sótano, esperando a que ordene las piezas y luego las escrutaré para ver si puedo extraer el polvo de diamante para elaborar alguna buena historia. Y si decido cambiar de afición, también los palos de golf quedan a mi disposición.


lunes, 24 de septiembre de 2012

EL ESCRIBIDOR NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA O LOS OTOÑOS CREATIVOS

(Para don Pedro Domínguez Herrera, el poeta barbero de Tamaraceite y los Ripa de El Nihuil, Argentina)

Hace un par de días concluyó el canicular verano de 2012 con un calor más propio del ferragosto italiano que el de la habitual “panza de burro” de la capital grancanaria. Como corresponde al tiempo caluroso, me he pasado la mayor parte del tiempo de remojo en la playa de Las Canteras, esquivando, tanto a las aguavivas como a los practicantes de la nueva modalidad de “paddle surf” que, montados en tablas surferas y remando cual gondoleros venecianos fuera de lugar en las calmadas aguas de la bajamar, atiborran la playa como una plaga bíblica.
Suelo evitarlos y para ello prefiero las aguas más profundas de la bocana frente a la Peña la Vieja, donde patrullan las barracudas y las palometas cazando longorones irisados. Por allí he vuelto a bajar más allá de los diez metros a pulmón libre y a volar ingrávido como lo hacía Marco en mi libro “El anillo del pulpo”, suspendido entre las aguas verdosas: mi cuerpo parece tener una cierta memoria fisiológica de la que yo no era consciente. He volado en el océano y sobre los aires subido en pájaros de metal bruñido (aunque esta otra sea otra historia de la que sólo saben algunos buenos amigos)
Como decía, he pasado gran parte del verano en remojo, dedicando algunos ratos perdidos enseñando a margullar a mi amigo Cacho Ripa, el de El Nihuil, en la antecordillera andina. Se regresaron mi amigo y su esposa Rosi, a la Argentina austral con los ojos llenos de atardeceres luminosos, de fulas, pejeverdes, medusas y salemas. También degustaron alguna sama y algún bonito listado, regados con vino de la Rioja argentina.
Los lectores habituales de estas líneas saben que empecé a escribir en este blog más empujado por mi editor que por la necesidad de exhibir cada latido poético o cada latigazo crítico que me cruzara la mente. He ido añadiendo a trompicones –con mayor o menor fortuna- fragmentos de mis andanzas y vaganzas, hasta que me paré al principio del verano: preferí la vida privada a la exhibición pública de mis desnudeces. La vida debe ir antes que la literatura para que la literatura se nutra y se inspire de realidad.
He estado casi tres meses sin escribir una sola línea de cara al público. Ahora parece que se despierta de nuevo la fiebre creativa, impulsándome a garabatear estas letras para aliviar la presión de la cámara magmática que subyace debajo de mi piel tostada.
Mientras tanto, mi libro “Kopi Luwak” sigue su proceloso rumbo hacia un destino incierto, sufriendo los avatares de una pequeña editorial independiente, alejada de las grandes distribuidoras, sin otro tipo de promoción que no sea la del lento “tan tan” de la selva literaria.
No sé si es el comienzo del nuevo curso escolar o la posición de los astros la que ha determinado que distintas personas me pregunten recientemente por el próximo libro en el que suponen que debo estar trabajando o me inquieran por el número de ejemplares que he vendido. Suelo responderles con vaguedades o yéndome por la tangente del sistema solar: estoy construyendo la novela, ya sólo me falta escribirla; les miento.    
Hace pocos días cumplí treinta años de “servicio” como maestro en la mayor de las discreciones en mi destino de Los Altos, donde me refugio de las incertidumbres del futuro en un presente idílico: buenos alumnos, buenos compañeros y buena comunidad escolar. Parece mentira que haya tenido la inmensa fortuna de poder trabajar de forma ininterrumpida durante tres décadas en la profesión que me gusta: la de maestro.
Me contaba mi amigo de Tamaraceite que ya había aprendido a escribir comentarios en los “blogs” de Internet, pero que mi ausencia le había privado de la oportunidad para aguijonearme con su agudo ingenio.
Y yo, que –parafraseando al coronel de García Márquez- no tengo quien me escriba, me pongo a colgar estas líneas en ese éter moderno donde todos se interconectan y se desenchufan, para darle oportunidad a mis amigos y a mis enemigos de leerme.
Eso hago, mientras desembalo alguna que otra entrada que tenía extraviada en mi viejo mac, para pulirla antes de orearla a los aires cibernéticos que algunos leen con ojo crítico y amistad lejana.
Durante mi última conversación con el poeta barbero me animó a contar alguna de esas historias perdidas. Y hoy, que parece que el otoño empezará con la presencia de una zona de inestabilidad atmosférica, derivada de la tormenta tropical Nadine, que traerá la primera “otoñada”. No es mal cambio de tercio meteorológico, pues buena falta nos hacen agua fresca y viento limpio para aclarar los restos de la calima, la sequía y los malos augurios de este verano de primas de riesgo e incendios pavorosos.
Como mencionaba más arriba, los pensamientos otoñales siempre fueron creativos y –por razones que se verán- los otoños me recuerdan el pueblo de San Mateo. Durante los años sesenta, mi familia tuvo alquilada una casita en el barrio de La Lechucilla y allí íbamos durante los fines de semana y las vacaciones.
Recuerdo de viva manera como, junto con mis primos, vendimiábamos en los parrales de la casa, cazábamos ranas en los charcos del barranco o recibíamos una escudilla de leche recién ordeñada con gofio como premio de nuestro vecino por ayudarle a entrar las gallinas por la tarde al gallinero o cubrir de paja la cama de las vacas en el alpende.
Como no teníamos coche, subíamos al pueblo de la Medianía en los famosos transportes “piratas”, pequeños furgones de ocho o diez asientos –aunque la mayoría admitían más pasajeros.En esos viajes, donde nuestra expedición solía llenar el viejo furgón Bedford o BMC, yo miraba extasiado las orillas de la revirada carretera, que subía por Barranco Seco rumbo al centro de la isla, pasando por el Monte Lentiscal, Santa Brígida y El Madroñal antes de llegar a la Vega.
Cada viaje era una odisea que asombraba a los pequeños y cansaba a los adultos que lidiaban con los mareos y apreturas de muchos niños juntos. Alguna vez habré de relatar mis memorias de tamañas aventuras, pero ahora recuerdo con especial agrado la visión de “La casa del hombre solo”.
Durante varios años todos seguíamos con especial interés la construcción (fábrica, se dice en Canarias) de una casa al borde de la carretera. Al llegar a una curva entre El Madroñal y la Vega, todos vimos como –desde nuestra perspectiva- un solo hombre (con la única compañía de un burro) construyó una casa, poco a poco.
Cada fin de semana esperábamos con ansiedad a que el furgoncito se aproximara a la curva afortunada para ver quien era el primero de nosotros que localizaba al hombre. El primero de nosotros que lo atisbaba era el héroe del viaje.
Allí solía estar, acarreando bloques, cemento, piedras o lo que fuera, a lomos de su jumento; o por allá levantando paredes o encalando o amasando; siempre solo, siempre perseverante, bajo el sol, la neblina o la lluvia, siempre levantándose más alta y amplia. El constructor tardó varios años en terminarla, los suficientes para que a nosotros nos alcanzara la adolescencia y dejáramos nuestra casita en La Lechucilla.
Nunca pude olvidar aquella casa ni a su autor, aunque no lo hubiese reconocido por la calle porque siempre andaba tocado con su clásico cachorro canario, pero “La casa del hombre solo” se convirtió para mí en un hito personal, un ejemplo de que si una persona perseveraba podía llegar a donde quisiera, a construir lo que fuera, a terminar lo que empezara.
Hoy día la casa sigue en pie, modernizada y con sus muros cubiertos de enredaderas y vides. No sé si el hombre que la construyó sigue vivo, pero su obra sí que lo está y quienes la habitan  parece  que la cuidan como  se merece.
Bienvenido sean los otoños lluviosos y creativos.

sábado, 30 de junio de 2012

NÚMEROS Y CIFRAS(*)


Este blog que están leyendo en este momento está a punto de registrar un hecho extraordinario: alguno de ustedes tendrá el honor de ser el visitante número 4000.
A pesar de mi escepticismo inicial este cuaderno de bitácora mantiene un pequeño caudal de fieles lectores que han ido sumando poco a poco hasta llegar al cuarto milésimo ("milenio").
Me gustaría celebrarlo como se merece, aunque no puedo llegar a los niveles de “generosidad” que ha mostrado Hugo Chávez premiando a su seguidora de Twitter número tres millones con una nueva vivienda. La joven Natalia Valdivieso de 19 años no pudo mucho menos que exclamar: “Este es el día más feliz de mi vida”.
Mientras la hipoteca que me vincula a una de esas cajas endeudadas no se cancele, lo más que podría hacer es invitar a esos amigos que me siguen por esta blogosfera a alguna cañita con tapa.
Hablando de números y blogosfera, el 4 de junio ocurrió un hecho casi cabalístico en el índice bursátil de Shanghai, el “Shanghai Composite Index”, el más importante de China, cayó exactamente 64.89 puntos.
Esa cifra, aparentemente inocua, coincidió para el buen observador, exégeta de casualidades, con la fecha del 4 de junio de 1989, cuando las autoridades chinas pusieron un fin a las “protestas de la plaza de Tiananmen” de forma violenta.
La blogosfera china rápidamente interpretó que la caída de índice bursátil era una señal más allá del significado económico del asunto, llegándose a aludir a intervención divina. Las autoridades chinas impusieron de forma rápida una censura que bloqueó cualquier búsqueda que llevara palabras como “stock market”, “Shanghai Composite Index”, “Shanghai stock market” y cualquier palabra que pudiera conducir al navegante a los trágico hechos de Tiananmen.
Los chinos –irónicamente para un país comunista y ateo- son extremadamente supersticiosos y adeptos a la numerología, llegando a comenzar los juegos olímpicos de Pekín a la 8:08 de la tarde del 8 de agosto de 2008.
Quien esto escribe no es adepto sino a su esposa, pero confiesa que a veces ha buscado un número de lotería que coincida con la matrícula de su SEAT 600, en vano, como todos ustedes se pueden imaginar.
No obstante, el número cuatro mil me gusta; me gusta tanto –además- porque varios de mis perros se han llamado “Cuatro” y si pudiera saber quien será el afortunado que pique en este blog en ese número lo invitaría a la cañita prometida.
(*) Los datos que no conciernen a mi perro ni a mi coche están tomados del número 24 de la revista TIME de este año de las medusas de 2012.

jueves, 28 de junio de 2012

EL AÑO DE LAS MEDUSAS



Pelagia noctiluca (Imagen de la wikipedia)


(para mi amigo Cacho Ripa que está aprendiendo a margullar este año de las medusas)

Cuando se retira la marea alta las medusas tapizan la orilla de la playa de Las Canteras como si fueran los restos de un postre gelatinoso que algún goloso haya dejado caer descuidadamente al suelo húmedo. Son centenares de miles de ejemplares que los servicios municipales se afanan en recoger cada mañana.
La mayoría de ellos son ejemplares de las famosas aguavivas canarias, Pelagia noctiluca, pero también se encuentra algún que otro ejemplar de la llamada “carabela portuguesa” Physalia physalis y algunos restos de otras especies que no puedo identificar, como una que deja una enorme gelatina blanquecina que flota entre las algas pardas.
Las toneladas recogidas en los pasados tres meses sobrepasan la memoria colectiva al respecto. Las cantidades de ejemplares son la prueba evidente de que las aguas canarias son testigos de un fenómeno extraordinario. Parece que el mar está plagado de ellas.
Fiel a mi costumbre y para paliar los efectos del par de hernias discales que me martirizan en cuanto pueden, me suelo dar un baño casi diario en la playa. Desde principios de junio había querido prescindir del neopreno en mis paseos de superficie, pero alguna que otra medusa me ha recordado lo urticante que pueden ser.
Una vez solventadas las picaduras con un emplasto de mi propia orina (remedio tradicional que funciona mejor que cualquier potingue de farmacia; aunque la wikipedia me desmienta), me sigo sumergiendo –provisto del traje de buceo que me cubre casi el 80% de cuerpo, que no tengo suficiente urea para neutralizar tanto nematocisto- con la fascinación añadida de poder contemplar la armoniosa danza de estos seres etéreos.
A pesar del temor que despiertan estos invertebrados primitivos entre los humanos que estos días se acercan al mar para huir del siroco, las medusas son una bendición para toda la cadena alimenticia de la playa, y probablemente más allá de los límites del arrecife.
La capacidad nadadora de las medusas es muy limitada y se convierten en juguete de las corrientes marinas. Cuando llegan a aguas someras están perdidas: no pueden regresar a aguas abiertas por si mismas y las mareas las llevan a rozan con los fondos y las rocas, cuando no directamente a quedarse en seco sobre la orilla.
Una vez sucede esto están totalmente indefensas y se convierten en pasto de todos los animales que pueden hacer presa en sus hermosas exumbrelas. Por esa zona superior son devoradas por sargos, fulas, pejeverdes, salemas, lebranchos y hasta los cangrejos que merodean entre las rocas. La rica proteína de la gelatina sirve de alimento a muchos animales.
Es cierto que más de un bañista inocente ha recibido en sus carnes la urticante caricia de los nematocistos, pero el beneficio en la vida marina es enorme. Además de aguavivas las aguas de la playa se han llenado de longorones, que deben haberse beneficiado de las vedas de anchoas del Cantábrico.
Detrás de los longorones han entrado barracudas, palometas y hasta peces aguja. Parece que algo está provocando un inusitado florecimiento de la vida en las costas de la ciudad.
Los biólogos opinan que el florecimiento de las medusas se debe a que no tienen depredadores naturales suficientes, debido a la excesiva sobrepesca de atunes y tortugas. Unos dicen que la erupción submarina del volcán de El Hierro tiene que ver con esto, otros sostienen que es el calentamiento global y alguno dice, con ironía, que la crisis y la prima de riesgo deben ser las responsables.
Yo no estoy seguro, pero si le echamos un vistazo a la biología de las medusas, sabremos que estos animales se reproducen de una forma muy curiosa: hay una generación pelágica que nada libremente en el océano como estas medusas de las que hablamos, pero la siguiente generación es sésil y se fija en los fondos marinos donde vive como pólipo durante años.
Este es un año de grandes números de ejemplares pelágicos, que nadan por nuestras aguas como etéreas danzarinas que fluyen en las corrientes marinas, aprovechando alguna ignota conjunción estelar o la oportunidad de reproducirse en aguas extraordinariamente cálidas.
He oído que las autoridades municipales quieren poner redes en la playa o, incluso, utilizar un catamarán-recogebasuras para recolectar a las herederas de la hidra de mil cabezas, la mitológica Medusa.
Es difícil argumentar que se deje a la naturaleza seguir su curso y que las medusas sigan arribando a las orillas, para deleite de las viejas y terror de los bañistas, pero habría que recordar que la naturaleza es sabia y tanta abundancia de vida sólo puede significar que el planeta es más sabio que los humanos.
Quizás sea la presencia de las medusas algún tipo de señal -celestial o terráquea- para que seamos conscientes de la fragilidad de nuestro medio. Quizás haya alguna princesa Mandalika como la de la isla de Sumba, que nos quiere recordar que se ha cometido alguna injusticia con ella.
En la isla de la madera de sándalo en Indonesia-la isla natal de Sumba, protagonista de mi novela en Kopi Luwak- ocurre todos los años, en el comienzo del año lunar por el mes de febrero o marzo, la aparición de gusanos nyale. Los multicolores anélidos del gusano pololo son recogidos para ser ceremoniosamente comidos por los nativos, que creen que son la reencarnación de la princesa Mandalika, que vuelve de esa manera a las tierras que la vieron nacer en el reino de Lombok. 
 Sólo algunos nativos son conscientes de que los gusanos viven todo el año entre los corales y que esa aparición milagrosa se debe más a su necesidad reproductiva que a la mitológica Mandalika.
Quizás debiéramos nosotros también buscar alguna razón mitológica para explicar la aparición de nuestras aguavivas, porque la biológica es más prosaica y después de reproducirse en nuestras aguas veraniegas las medusas pasarán a su estado sedentario durante la próxima generación, perdiéndose entre el zoopláncton y los nuevos volcanes submarinos, dejando las playas a merced de las bandadas de turistas colorados.
Yo , particularmente, prefiero nadar entre las medusas cada día a enfrentarme a los telediarios y a los incapaces que nos están llevando a aguas más procelosas que las del océano lleno de vida. Quizás sean las medusas capaces de inspirarme algún relato o llevarme a algún reino submarino habitado por sirenas con una corte de aguavivas purpúreas danzando a su alrededor.

jueves, 14 de junio de 2012

EL HUMO Y LA ROSA

Mientras las entelequias de la sociedad de consumo capitalista se desmoronan como desaparece el humo de los puros de los políticos en los estadios, donde tanto gustan exhibir su nacionalismo de opereta, me siento estafado, estafado por ellos y por los banqueros que se auto indemnizan por su incompetencia con cifras que marean a los comunes mortales que luchan para poder llegar a final de cada mes.
Asisto perplejo a los espectáculos que nos brindan cada día esta caterva de impresentables, que ni saben ni pueden arreglar el caos que han generado, que están dilapidando las perspectivas de presente y futuro de nuestra sociedad, mientras yo encuentro refugio en la poesía y el amor.
Admito que es un consuelo lírico y romántico, lejano a la dura realidad económica y a la estulticia que impera entre los impresentables políticos que han demostrado que sólo sirven para hacer tratos entre caviar persa y grasa de salmón noruego, acciones preferentes y tratos petrolíferos, pero que ninguno está a la altura del “maelstrom” que nos arrastra hacia el abismo económico y social, que sólo valen cuando hay “vacas gordas” que ordeñar, pero que no saben lo necesario cuando tocan las bíblicas “vacas flacas”.
Asumo que la poesía es poco consuelo para quienes se enfrentan a la tragedia del paro o las pobres perspectivas de futuro que van a suponer las drásticas medidas de ahorro. Paupérrima alegría también es la poesía para quien -como yo- creía en las prédicas de la solidez de la sociedad consumista; no obstante, sigo escribiendo versos que me alumbran en estas tinieblas.
Sé que poco puedo hacer para cambiar la situación político-social, aparte de secundar las acciones de protesta y contribuir al flujo de mensajes que expresan su decepción y escepticismo ante la casta de inútiles que nos gobiernan. Mientras tanto trato de continuar mi trabajo como maestro y escritor.
Enseño para ganarme la vida, pero también porque sigo creyendo en que otra sociedad es posible, que hay esperanza. Escribo para no perder el juicio, para recordar(me) que el planeta sigue girando, que mis alumnos siguen haciendo preguntas que necesitan respuestas, que hace unas semanas hubo un tránsito de Venus que no volveré a ver en mi vida, que el arco iris me convoca a citas inesperadas, que los ojos de mi amor cambian con la marea, que las rosas del jardín siguen floreciendo y que las bandadas de palometas acompañan a las barracudas que pastan entre las aguavivas de la bocana del arrecife, esperando a que yo nade entre ellas.
Y que todo esto no depende de los banqueros, los ministros o los políticos, y me siguen esperando a la vuelta de cualquier nube u ola.

lunes, 14 de mayo de 2012

DÍAS DE BARRACUDAS Y LIBROS. MARTE EN LEO

Mayo ha llegado con el fuego del desierto. El aire se podría embotellar y exportar a latitudes más frías. Y uno busca refugio a la poca sombra que deja el flamífero sol. Ha pasado la Feria del Libro con un éxito de ventas de KOPI LUWAK (así lo califico yo; que no tengo abuelas desde hace tiempo).
Estuve en dos casetas distintas, la de “Mi tienda de libros” y la de “Sueños de Papel”. En ambas me lancé a vender los libros como vendía la Encyclopaedia Britannica en mi juventud, convencido de que contaba con la “mercancía” perfecta, la obra literaria de mi vida, una novela a la altura del mejor café del mundo.
Todo aquel que se acercaba por las casetas y tenía el valor de responder a mi pregunta: “¿Le gusta a usted leer novela?”, se encontraba con el reto de que empezara a leer el texto de la mía, comparándola con cualquiera de los “best-sellers” de editoriales de renombre que por allí pululaban.
Algunos de los atrevidos que se pararon fueron más lejos y la compraron; no sé si atrapados por mi prosa o ansiosos de librarse de mi personalidad de vendedor de enciclopedias. Lo cierto es que se vendieron prácticamente todos los ejemplares que estaban allí disponibles.
Terminé la experiencia vendedora aún más convencido del valor literario del libro que de mi talento como parlanchín de feria. Al mismo tiempo salí lleno de dudas acerca de la continuidad de su comercialización, lastrada por una ausencia de ejemplares en las librerías y en la propia distribuidora.
Es triste el sino de un autor como el que esto escribe, que está convencido de que su obra es buena; pero que su trascendencia poco depende de él.
Entre el 19 de abril y el 4 de mayo, he presentado el libro en el Ateneo Cultural de Vecindario, fui entrevistado en la radio televisión del sureste de Gran Canaria por dos veces y estuve -como decía más arriba- en la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria.
Me dicen que el libro suena en los circulillos literarios pero pocos se atreven a decirme nada en concreto sobre su parecer. Se lo envié a alguno que se dice crítico y que no deja de ser el tuerto en el país de los ciegos, para que ni siquiera lo escriba correctamente en sus listas del bombero incendiario Guy Montag en Fahrenheit 451.
Algún que otro periodista recibió el libro según salió para quedárselo y darme la callada por respuesta. Ni es bueno ni es malo ni es regular: no existe.
En fin, que mientras medito si hago un petate con los libros que tengo, pongo un tenderete en el paseo de la playa y lo promociono como si fuera mercancía al peso, me meto en el agua frente a la Peña de la Vieja.
Las Canteras recibe los aluviones de bañistas propios de un mayo canicular, que huyen del calor, de la banca o de otras plagas bíblicas. Hay, incluso, algún “quince-emero” que se pasa por las terrazas antes de conmemorar el aniversario de sus protestas y frustraciones.
Espero a que caiga la noche para que el calor amaine, luzca el lucero de Venus hacia el occidente y arriba, cerca del cénit reluzca Marte a los pies de la Constelación de Leo:  Espero el atardecer sumergido en el agua que bulle de vida, con medusas agonizantes de Pelagia noctiluca que sirven de pasto a los habitantes del arrecife.
Con las medusas han entrado en la laguna miriadas de alevines de longorones y una enorme bandada de barracudas errrantes, que me rodean como si fueran bayonetas de azul grisáceo, abriéndose sin temor a mi paso lento..
Afuera los altavoces del ayuntamiento repiten: “we inform you that now there are some jellyfish in the Town Hall“ o quizás era “Las Palmas Town Hall informs you that now there are some  jelly fish in the water”. Sea como fuere, mejor ir con neopreno o con cota de mallas tanto para salir a nadar como para entrar en los edificios públicos.

lunes, 30 de abril de 2012

UN PAÍS EN CRISIS, UNA BODA, MUCHAS FIESTAS Y UN NIDO DE PETIRROJOS

Decía hace unos días el número dos de la OCDE, el estadounidense Richard A. Boucher, que España sólo sirve para hacer vino tinto y el flamenco. Este comentario informal y casual del “diplomático” norteamericano ha levantado gran polvareda entre nuestra cuestionada clase política y la sufrida ciudadanía de a pie.
En los últimos tiempos me debato entre la rabia contenida por la situación política y social y las pequeñas ilusiones personales. Tras cada noticia pesimista relacionada con recortes salariales o pérdidas sociales, surge un comentario brillante de alguno de mis alumnos de siete u ocho años o brota un sector del jardín escolar con su rosaleda primaveral, para reconciliarme con el universo.
Son pequeñas satisfacciones, reconozco, pero tienen la virtud de levantarme el ánimo y hacer posible que vuelva mi mirada hacia el reverso de las cosas o que busque la luz entre las grietas. “There’s a crack in everything. That’s how the light gets in…” (Leonard Cohen).
Este fin de semana literario he andado por la Feria del Libro de Las Palmas, saludando a libreros, editores y escritores conocidos. Parece que el mundo literario florece mejor –como siempre ocurrió- en las épocas difíciles y anda todo el mundo tratando de promocionarse como buenamente puede en unas casetas establecidas por los valientes supervivientes del mundo de la letra impresa.
Más tarde he visto por doquier, en Las Canteras, en Siete Palmas y hasta en Tamaraceite mucha gente “disfrazada” de andaluces: mujeres ataviadas con trajes de faralaes y hombre tocados de sombreros cordobeses. Parece que se ha puesto de moda celebrar algo parecido a la Feria de Abril sevillana por estos lares asirocados.
Respetando el deseo de cada cual a la juerga y la fiesta, me pareció que se le está dando la razón al señor Boucher, y que formamos parte de ese país de vino y parranda. Admito que no he estado nunca en la verdadera Feria de Abril y sólo he visto imágenes de televisión y prensa. Pero lo que he visto por nuestras calles y plazas no parece ser otra cosa que un carnaval de temática pseudoandaluza: señoras cubiertas con floripondios artificiales en el pelo y trajes de muchos colorines chinos; así como señores a juego, vestidos con chalecos y sombreros andaluces.
La fiesta que se ha estado celebrando en la zona de La Puntilla ha estado repleta de personas ataviadas para la ocasión, degustando una mezcla de comida canaria y sarao flamenco bailable a los sones de una banda del estilo de la de Agaete, que hacía moverse a los presentes, tanto con los sones de una isa parrandera como con un bolero o unas sevillanas.
No es que tenga nada en contra de que la gente busque alivio a sus penas en las fiestas de cualquier signo, pero me parece triste que las fiestas se conviertan en el “leit motiv” de nuestras existencia.
Para seguir con los temas festivos les cuento algo que dicen por ahí: al parecer, uno de los vástagos de un exitoso empresario turístico va a contraer nupcias próximamente o tal vez ya lo haya hecho, que quienes me lo han contado no están muy seguros de las fechas, aunque sí del asunto en cuestión.
La cuestión es que el tal hijo de su padre quería celebrar a toda costa la ceremonia en los jardines de la explotación turística. Y héte aquí, que el novio habló con el sacerdote que debía celebrar el sacramento para pedirle que lo hiciera en los salones y céspedes de palacio.
El cura, con buen criterio, le respondió que él no era un ministro protestante y que –si quería ser casado- debía hacerlo en un templo consagrado, como todo buen católico que se preciara.
En vista de que el humilde sacerdote no estaba dispuesto a transigir, el chico habló con su influyente padre para que éste intercediera ante el superior del cura; o sea, el obispo al frente de la diócesis.
Una vez celebrada la entrevista entre el empresario y el sumo rector, llegó la orden desde las alturas eclesiásticas: la ceremonia tendría lugar, como el joven deseaba, en los jardines palaciegos, que quien manda, manda.
Por cierto, recuerdo que los ancianitos de cierto club de jubilados de la zona de Tamaraceite estuvieron muchos meses tratando de que algún sacerdote les oficiara una misa de campaña en una de sus excursiones dominicales, en vano. Que la intemperie es mala para celebrar misas, salvo para algunos. Como se repite en los catecismos: muchos son los llamados y pocos los elegidos.
Y siguiendo con fiestas, aunque sean fúnebres, todavía colean en mi memoria las alharacas y voladores de los aficionados del Real Madrid cuando el Barça fue eliminado por el Chelsea, replicado por hinchas culés cuando le tocó el turno a los blancos, a manos del Bayern, lanzando tracas y cohetes. La clave parecía ser: me dejo sacar un ojo si a ti te sacan los dos.
Me siento hundido cuando compruebo los instintos cainitas que parecen imperar en estas tierras nuestras. Vi el partido del Real Madrid con el Bayern München en un bar repleto de hinchas de los merengues y de feroces culés antimadridistas, provisto cada bando de las camisetas y bufandas respectivas.
Entre el varipinto público,también había una pareja de callados alemanes que no pararon de beber cerveza hasta que acabó el partido y salieron, tras el partido flemáticos y discretos, sin ejercer esa “Fremdeschadenfreude” (alegría por la pena ajena) que se les pudiera suponer, mientras algún furibundo barcelonista aparentaba estar más contento con la eliminación madridista que los propios bávaros.
Así que después de tanta fiesta vana y vacua, concluyo diciendo que hay un nido de pechuguitas (petirrojos) en el jardín del colegio y tenemos algunas ranitas verdes croando entre las hojas del nisperero. El hálito de la vida sigue latiendo; sólo hay que saber encontrarlo, más allá de los fiestorros y los ruidos de esta sociedad enferma.


viernes, 20 de abril de 2012

PRESENTACIÓN DE KOPI LUWAK EN EL ATENEO DE VECINDARIO


De nubes, paquidermos y literatura


Cuando alguien me pregunta de dónde procede la imaginación que uso para escribir, suelo responder que es una de esas herencias intangibles del lado materno de mi familia. Mi madre es una de las últimas supervivientes de las narradoras orales que se han ocupado de mantener la atención de generaciones de niños, antes de que la televisión y otros medios alteraran la paz de las tardes familiares.

Recuerdo la narración de incontables relatos que mezclaban los cuentos clásicos con romances medievales, anécdotas y aventuras familiares mezcladas con cuentos de brujas: desde el reloj del bisabuelo que fue con él en un viaje de ida y vuelta a Uruguay y todavía hoy da las horas en el zaguán de casa hasta saber el porqué los guirres primero van al ojo del burro muerto y después al culo.

Mi madre -que acaba de cumplir 84 años- es una maravillosa contadora de historias y, aún hoy, narra con una lucidez envidiable las peripecias que vivió en su niñez (mientras escribo esto me hago promesa de intentar conservar sus historias, antes de que los tiempos me lo hagan olvidar a mí o a ella).

Mi hermano Juan también ha sido infectado de otra variante del arte: el de la pintura. Él narra sus historias con óleo y lienzo, mientras yo lo hago con las palabras.

Hemos seguido caminos paralelos que algunas veces se han cruzado: y el libro que hoy presentamos es buena muestra de ello: las ilustraciones de la cubierta son cuadros originales de él y por aquí están, ambientando este acto. Espero que los lectores de Kopi Luwak piensen que el texto está al nivel de los cuadros.

El arte de escribir consiste en tomar un gajo de nube – a ser posible de alisio, aunque a veces el harmatán del Sáhara, la galerna cantábrica o el cierzo del Ebro puedan sustituirlo cuales céfiros divinos-, para después montarse en ellos hasta que se transformen en marfil.

Luego uno puede decidir si el marfil se convierte en diente de narval, mandíbula de Moby Dick, en unicornio, en colmillo de elefante o si se desvanece en la sustancia donde todos los sueños anidan.

Ahora que los reyes cazan furtivos y los políticos feroces abren las vedas del Estado del Bienestar, uno duda entre dejarse llevar por un rabo de nube (Gracias, Silvio) o lanzarse a la calle a tomar La Bastilla.

Me debato en estos días entre la alegría por re-presentar Kopi Luwak, la decepción política y el burbujeo creativo. Después de casi un año de haber terminado la novela que hoy se presenta aquí y de haber dejado la creación en estado de barbecho, empiezo a sentir el cosquilleo de volver a coger la pluma y empezar otra novela.

Empieza a vagar mi mirada entre las piedras de las paredes, buscando caballos alados entre los claroscuros del basalto que decoran las paredes, trazando los rumbos de los peces en el agua y mirando los ojos de mi amor para confirmar la inspiración que me alimenta.

Recuerdo cuando Kopi Luwak era sólo un embrión de novela, un par de capítulos deslavazados y un guión mental donde empezaron a entrar miles de piezas que había estado acumulando durante toda mi vida. En algún momento entré en un trance creador del que no salí hasta casi un año más tarde, con la novela terminada.

Centenares de apuntes se empezaron a amontonar encima de mi escritorio, tochos de mapas, datos, revistas y libros.

Me entrevisté con las personas que poseían algunos de los datos que necesitaba. También empleé miles de horas surcando la red de redes para verificar dudas o averiguar lo que no sabía. De todo ello empezó a manar un caudal de palabras que se convirtió en un río que llegó hasta el manuscrito original.

Ese manuscrito no se hubiera podido convertir en libro si no hubiese existido Jorge Liria y su Editorial Anroart, que apostó por el libro desde los primeros borradores. A él y a su hermano Noelia hay que agradecerles que la parte comercial del libro haya sido posible. También quiero agradecer a mis amigos César Montealegre y Antonio Núñez el esfuerzo en revisar el manuscrito antes de darlo a la impresión.

Belén, mi mujer, fue la mayor sacrificada de todo este tiempo, pues no sólo tenía que leer el manuscrito según era puesto en papel sino que estaba privada de mi persona en los momentos -muchos- en los que estaba abducido dentro de la historia.

Mientras yo les cuento esto, ella está esperando con un par de pilas de libros dispuesta a vendérselos a aquel que así lo desee.

Kopi Luwak es el tercer libro que publico y representa mi madurez como escritor. He intentado escribir una novela a la clásica usanza, sin otras etiquetas que la de ser digna sucesora de las que escribían Galdós, Cervantes o Verne.

(Con)tiene una trama con historias de amor, aventuras, intriga, erotismo, acción y un final apropiado a toda gran novela. Digo gran novela porque estoy convencido que lo es. Está escrita con un lenguaje que pretende atrapar al lector desde las primeras líneas y que lo anima a querer saber más sobre Sumba y Bour Siiene, sobre Cándida de Lasalle y Ilievsson.

Kopi Luwak no tiene nada que envidiar a los grandes “bestsellers” del momento, salvo en los asuntos de marketing. No ha sido editada por un gran grupo editorial, no tiene una película que la sostenga y la clase “cultureta” no le ha hecho ni caso.

Quizás por eso merece que ustedes la lean, libres de todo prejuicio -incluso de las palabras de quien les habla- y empiecen a leerla como yo la empecé, copiando a Galdós:


“Los ociosos caballeros y las damas aburridas que me han leído o me leyeren, para pasar el rato y aligerar sus horas, verán con gusto que en esta página todavía blanca pego la hebra de mi cuento, copiando a Galdós, diciéndoles que todo empezó de nuevo cuando volví a probar kopi luwak.
El aroma llegó a mi memoria antes que el café a la taza. Una nube de efluvios despertó mi recuerdo aletargado, puso en alerta mis sentidos y erizó mi piel trayendo recuerdos oscuros. Estaba en la inauguración de una exposición de cuadros, cansada de tanto besar el aire vacío al lado de mejillas resbaladizas y de estrechar manos tibias de gente fría. Me dolían los tobillos de los tacones que llevaba lustros sin usar y, después de un par de horas de teatro, ya no era capaz de repetir palabras corteses entre los canapés y el cava(...)”

lunes, 2 de abril de 2012

Después de un par de meses de "clandestinidad", me atrevo a colgar una poesía. No más.


ATARDECER


Hace calor,
mientras espero que las sombras
difuminen la tarde,
andando por veredas estrechas
y fajanas oscuras de basalto,
escondidas entre  los barrancos.

Buscando respuestas
a los enigmas esenciales
que las campanas de fonolita
por los valles con su eco
repiten al ritmo de mis pasos
entre el barbuzano y el palo santo,
el follao y el laurel.

Luce la entreluz cruzando las hojas;
canta la tórtola y croa la rana verde,
mientras el lagarto concluye el día,
asolejiado y lento
como yo, rumbo al océano.

Abajo el sol cae tras la mar,
rielando el crepúsculo
que las gaviotas sobrevuelan.

lunes, 30 de enero de 2012

LA CLANDESTINIDAD

En estas épocas donde muchos de nosotros nos exponemos -más o menos voluntariamente- a un amplio público, he estado alejado de las redes sociales durante un par de semanas; y he constatado que hay vida más allá del ciberespacio
No es que lo dudara, pero desde que abrí el blog y la cuenta de facebook había estado conectado casi todos los días, sintiéndome en la obligación de escribir alguna esquelita, noticia breve o anécdota que se me pasara por la mente; a veces, sin ni siquiera haberla revisado de forma apropiada.
Mi última entradilla en el blog data del 8 de enero y desde entonces no he estado presente en el éter moderno, salvo para comprobar mi correo electrónico. Mientras escribo esta reflexión me doy cuenta que en algún momento me he sentido en la clandestinidad, trabajando en la oscuridad sin exponer al juicio de mis lectores nada de lo que urdo. Y debo reconocer que me gusta la sensación.
Mientras ustedes leen esto me (re)convierto en evanescente poeta y en oculto prosista que su madeja teje en la discreción y la clandestinidad. Y esta vez voluntariamente.

domingo, 8 de enero de 2012

LA DECADENCIA DE OCCIDENTE

Acabo de superar este periodo navideño sin haber aumentado de peso, pero con la barba y el pelo recrecido. Pensaba cortármelo uno de esos días perdidos entre el final de año y la fiesta de los Reyes Magos y con ese fin me acerqué a la barbería de don Pedro, el de Tamaraceite, para que me ilustrara sobre las razones por las que todavía no ha llovido este otoño mientras me cortaba las greñas jamaicanas.

Para mi desazón, al pasar en el coche delante de su oficina, la encontré con un cartel donde decía que estaba cerrada por enfermedad. Todavía no sé de qué índole es tal enfermedad o siquiera quién es el paciente.

Lamentaría que fuera el propio don Pedro el enfermo. Agradezco su charla ilustrada todavía más que su arte con la navaja y las tijeras. Cortarme el pelo siempre fue una tortura y lo evitaba durante semanas hasta que alguien me comentaba el parecido con las rastas de Bob Marley o la pelambrera de Michael Jackson antes de blanquearse. Así que desde que entré perdido en la barbería de Tamaraceite acudía regularmente a la cita cultural con mi buen fígaro.

Acabo de decidir que hasta no sepa el destino de mi barbero, mi pelo crespo va a seguir creciendo y enroscándose en volutas africanas o caribeñas, haciéndole guiños a los genes bereberes que corren por mi sangre.

Mientras el pelo crece la vida sigue. Hemos superado la fiebre de los regalos, cumpliendo el protocolo familiar. Pero este año me han llamado poderosamente la atención dos hechos: el primero es que los contenedores de basura no estaban rebosantes de cajas vacías de cartón ni de desechos varios al día siguiente de Reyes; y el segundo es la cantidad de libros usados que asomaban de un repleto contenedor azul de reciclaje de papel.

He removido algunos de ellos para comprobar qué habían tirado: había varias novelas rosas de esa pariente de Diana de Gales, Barbara Cartland, que mostraban las páginas arrugadas en los bordes, una enciclopedia de la editorial Salvat y algunos manuales de auto-ayuda.

La vista de esos libros arrojados al olvido me hizo recordar la existencia de una tienda cercana de libros de segunda mano. Parecía una convocatoria de los hados, una referencia a mi ilustrado barbero. Anduve por los montones de libros entongados sin mucho concierto. Y en una esquina encontré lo que buscaba sin saberlo: “La decadencia de occidente” de Oswald Spengler, en una edición de 1959, encuadernada en piel. Me costó ocho euros, un precio justo para el subversivo de Spengler, casi un siglo más tarde.

Pasen y lean lo que Spengler escribió en 1918. Les dejo el enlace a la edición virtual y el extracto final del último capítulo. Esperemos que el precursor no tuviera razón en cuestiones como el “cesarismo” que sucede a la democracia.
                                                            
                                              LA EDITORIAL VIRTUAL
                                               
                                                            El dinero
                                                                  8
[No menos titánica es, empero, la acometida del dinero a la fuerza espiritual. La industria está adherida a la tierra como la vida aldeana; tiene su sitio señalado, y las fuentes de materia prima surgen del suelo en determinados puntos. Sólo la alta finanza es libre por completo, inaprehensible. Los bancos, y con ellos las bolsas, desde 1789 han ido respondiendo a las necesidades de crédito que siente en proporción creciente la industria; con lo cual se han constituido en fuerzas substantivas y pretenden ser, como siempre el dinero en toda civilización, la única fuerza. La vieja lucha entre la economía productora y la economía conquistadora se eleva hasta convertirse ahora en una silenciosa y gigantesca lucha de los espíritus en el suelo de las urbes cosmopolitas. Es la lucha desesperada entre el pensamiento técnico, que quiere ser libre, y el pensamiento financiero [377].
La dictadura del dinero progresa y se acerca a un punto máximo natural, en la civilización fáustica como en cualquier otra. Y ahora sucede algo que sólo puede comprender quien haya penetrado en la esencia del dinero. Si éste fuese algo tangible, su existencia seria eterna. Pero como es una forma del pensamiento, ha de extinguirse tan pronto como haya sido pensado hasta sus últimos confines el mundo económico, y ha de extinguirse por faltarle materia. Invadió la vida del campo y movilizó el suelo; ha transformado en negocio toda especie de oficio; invade hoy, victorioso, la industria para convertir en su presa y botín el trabajo productivo de empresarios, ingenieros y obreros. La máquina, con su séquito humano, la soberana del siglo, está en peligro de sucumbir a un poder más fuerte. Pero, llegado a este punto, el dinero se halla al término de sus éxitos, y comienza la última lucha, en que la civilización recibe su forma definitiva: la lucha entre el dinero y la sangre.
El advenimiento del cesarismo quiebra la dictadura del dinero y de su arma política, la democracia. Tras un largo triunfo de la economía urbana y sus intereses, sobre la fuerza morfogenética política, revélase al cabo más fuerte el aspecto político de la vida. La espada vence sobre el dinero; la voluntad de dominio vence a la voluntad de botín. Si llamamos capitalismo a esos poderes del dinero [378] y socialismo a la voluntad de dar vida a una poderosa organización político-económica, por encima de todos los intereses de clase, a la voluntad de construir un sistema de noble cuidado y de deber, que mantenga «en forma» el conjunto para la lucha decisiva de la historia, entonces esa lucha es, al mismo tiempo, la contienda entre el dinero y el derecho [379]. Los poderes privados de la economía quieren vía franca para su conquista de grandes fortunas: que no haya legislación que les estorbe la marcha. Quieren hacer las leyes en su propio interés, y para ello utilizan la herramienta por ellos creada: la democracia, el partido pagado. El derecho, para contener esta agresión, necesita de una tradición distinguida, necesita la ambición de fuertes estirpes, ambición que no halla su recompensa en el amontonamiento de riquezas, sino en las tareas del auténtico gobierno, allende todo provecho de dinero.] ...
...[No somos libres de conseguir esto o aquello, sino de hacer lo necesario o no hacer nada. Los problemas que plantea la necesidad histórica se resuelven siempre con el individuo o contra él.
Ducunt fata volentem, nolentem trahunt.]