jueves, 28 de junio de 2012

EL AÑO DE LAS MEDUSAS



Pelagia noctiluca (Imagen de la wikipedia)


(para mi amigo Cacho Ripa que está aprendiendo a margullar este año de las medusas)

Cuando se retira la marea alta las medusas tapizan la orilla de la playa de Las Canteras como si fueran los restos de un postre gelatinoso que algún goloso haya dejado caer descuidadamente al suelo húmedo. Son centenares de miles de ejemplares que los servicios municipales se afanan en recoger cada mañana.
La mayoría de ellos son ejemplares de las famosas aguavivas canarias, Pelagia noctiluca, pero también se encuentra algún que otro ejemplar de la llamada “carabela portuguesa” Physalia physalis y algunos restos de otras especies que no puedo identificar, como una que deja una enorme gelatina blanquecina que flota entre las algas pardas.
Las toneladas recogidas en los pasados tres meses sobrepasan la memoria colectiva al respecto. Las cantidades de ejemplares son la prueba evidente de que las aguas canarias son testigos de un fenómeno extraordinario. Parece que el mar está plagado de ellas.
Fiel a mi costumbre y para paliar los efectos del par de hernias discales que me martirizan en cuanto pueden, me suelo dar un baño casi diario en la playa. Desde principios de junio había querido prescindir del neopreno en mis paseos de superficie, pero alguna que otra medusa me ha recordado lo urticante que pueden ser.
Una vez solventadas las picaduras con un emplasto de mi propia orina (remedio tradicional que funciona mejor que cualquier potingue de farmacia; aunque la wikipedia me desmienta), me sigo sumergiendo –provisto del traje de buceo que me cubre casi el 80% de cuerpo, que no tengo suficiente urea para neutralizar tanto nematocisto- con la fascinación añadida de poder contemplar la armoniosa danza de estos seres etéreos.
A pesar del temor que despiertan estos invertebrados primitivos entre los humanos que estos días se acercan al mar para huir del siroco, las medusas son una bendición para toda la cadena alimenticia de la playa, y probablemente más allá de los límites del arrecife.
La capacidad nadadora de las medusas es muy limitada y se convierten en juguete de las corrientes marinas. Cuando llegan a aguas someras están perdidas: no pueden regresar a aguas abiertas por si mismas y las mareas las llevan a rozan con los fondos y las rocas, cuando no directamente a quedarse en seco sobre la orilla.
Una vez sucede esto están totalmente indefensas y se convierten en pasto de todos los animales que pueden hacer presa en sus hermosas exumbrelas. Por esa zona superior son devoradas por sargos, fulas, pejeverdes, salemas, lebranchos y hasta los cangrejos que merodean entre las rocas. La rica proteína de la gelatina sirve de alimento a muchos animales.
Es cierto que más de un bañista inocente ha recibido en sus carnes la urticante caricia de los nematocistos, pero el beneficio en la vida marina es enorme. Además de aguavivas las aguas de la playa se han llenado de longorones, que deben haberse beneficiado de las vedas de anchoas del Cantábrico.
Detrás de los longorones han entrado barracudas, palometas y hasta peces aguja. Parece que algo está provocando un inusitado florecimiento de la vida en las costas de la ciudad.
Los biólogos opinan que el florecimiento de las medusas se debe a que no tienen depredadores naturales suficientes, debido a la excesiva sobrepesca de atunes y tortugas. Unos dicen que la erupción submarina del volcán de El Hierro tiene que ver con esto, otros sostienen que es el calentamiento global y alguno dice, con ironía, que la crisis y la prima de riesgo deben ser las responsables.
Yo no estoy seguro, pero si le echamos un vistazo a la biología de las medusas, sabremos que estos animales se reproducen de una forma muy curiosa: hay una generación pelágica que nada libremente en el océano como estas medusas de las que hablamos, pero la siguiente generación es sésil y se fija en los fondos marinos donde vive como pólipo durante años.
Este es un año de grandes números de ejemplares pelágicos, que nadan por nuestras aguas como etéreas danzarinas que fluyen en las corrientes marinas, aprovechando alguna ignota conjunción estelar o la oportunidad de reproducirse en aguas extraordinariamente cálidas.
He oído que las autoridades municipales quieren poner redes en la playa o, incluso, utilizar un catamarán-recogebasuras para recolectar a las herederas de la hidra de mil cabezas, la mitológica Medusa.
Es difícil argumentar que se deje a la naturaleza seguir su curso y que las medusas sigan arribando a las orillas, para deleite de las viejas y terror de los bañistas, pero habría que recordar que la naturaleza es sabia y tanta abundancia de vida sólo puede significar que el planeta es más sabio que los humanos.
Quizás sea la presencia de las medusas algún tipo de señal -celestial o terráquea- para que seamos conscientes de la fragilidad de nuestro medio. Quizás haya alguna princesa Mandalika como la de la isla de Sumba, que nos quiere recordar que se ha cometido alguna injusticia con ella.
En la isla de la madera de sándalo en Indonesia-la isla natal de Sumba, protagonista de mi novela en Kopi Luwak- ocurre todos los años, en el comienzo del año lunar por el mes de febrero o marzo, la aparición de gusanos nyale. Los multicolores anélidos del gusano pololo son recogidos para ser ceremoniosamente comidos por los nativos, que creen que son la reencarnación de la princesa Mandalika, que vuelve de esa manera a las tierras que la vieron nacer en el reino de Lombok. 
 Sólo algunos nativos son conscientes de que los gusanos viven todo el año entre los corales y que esa aparición milagrosa se debe más a su necesidad reproductiva que a la mitológica Mandalika.
Quizás debiéramos nosotros también buscar alguna razón mitológica para explicar la aparición de nuestras aguavivas, porque la biológica es más prosaica y después de reproducirse en nuestras aguas veraniegas las medusas pasarán a su estado sedentario durante la próxima generación, perdiéndose entre el zoopláncton y los nuevos volcanes submarinos, dejando las playas a merced de las bandadas de turistas colorados.
Yo , particularmente, prefiero nadar entre las medusas cada día a enfrentarme a los telediarios y a los incapaces que nos están llevando a aguas más procelosas que las del océano lleno de vida. Quizás sean las medusas capaces de inspirarme algún relato o llevarme a algún reino submarino habitado por sirenas con una corte de aguavivas purpúreas danzando a su alrededor.

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