lunes, 30 de abril de 2012

UN PAÍS EN CRISIS, UNA BODA, MUCHAS FIESTAS Y UN NIDO DE PETIRROJOS

Decía hace unos días el número dos de la OCDE, el estadounidense Richard A. Boucher, que España sólo sirve para hacer vino tinto y el flamenco. Este comentario informal y casual del “diplomático” norteamericano ha levantado gran polvareda entre nuestra cuestionada clase política y la sufrida ciudadanía de a pie.
En los últimos tiempos me debato entre la rabia contenida por la situación política y social y las pequeñas ilusiones personales. Tras cada noticia pesimista relacionada con recortes salariales o pérdidas sociales, surge un comentario brillante de alguno de mis alumnos de siete u ocho años o brota un sector del jardín escolar con su rosaleda primaveral, para reconciliarme con el universo.
Son pequeñas satisfacciones, reconozco, pero tienen la virtud de levantarme el ánimo y hacer posible que vuelva mi mirada hacia el reverso de las cosas o que busque la luz entre las grietas. “There’s a crack in everything. That’s how the light gets in…” (Leonard Cohen).
Este fin de semana literario he andado por la Feria del Libro de Las Palmas, saludando a libreros, editores y escritores conocidos. Parece que el mundo literario florece mejor –como siempre ocurrió- en las épocas difíciles y anda todo el mundo tratando de promocionarse como buenamente puede en unas casetas establecidas por los valientes supervivientes del mundo de la letra impresa.
Más tarde he visto por doquier, en Las Canteras, en Siete Palmas y hasta en Tamaraceite mucha gente “disfrazada” de andaluces: mujeres ataviadas con trajes de faralaes y hombre tocados de sombreros cordobeses. Parece que se ha puesto de moda celebrar algo parecido a la Feria de Abril sevillana por estos lares asirocados.
Respetando el deseo de cada cual a la juerga y la fiesta, me pareció que se le está dando la razón al señor Boucher, y que formamos parte de ese país de vino y parranda. Admito que no he estado nunca en la verdadera Feria de Abril y sólo he visto imágenes de televisión y prensa. Pero lo que he visto por nuestras calles y plazas no parece ser otra cosa que un carnaval de temática pseudoandaluza: señoras cubiertas con floripondios artificiales en el pelo y trajes de muchos colorines chinos; así como señores a juego, vestidos con chalecos y sombreros andaluces.
La fiesta que se ha estado celebrando en la zona de La Puntilla ha estado repleta de personas ataviadas para la ocasión, degustando una mezcla de comida canaria y sarao flamenco bailable a los sones de una banda del estilo de la de Agaete, que hacía moverse a los presentes, tanto con los sones de una isa parrandera como con un bolero o unas sevillanas.
No es que tenga nada en contra de que la gente busque alivio a sus penas en las fiestas de cualquier signo, pero me parece triste que las fiestas se conviertan en el “leit motiv” de nuestras existencia.
Para seguir con los temas festivos les cuento algo que dicen por ahí: al parecer, uno de los vástagos de un exitoso empresario turístico va a contraer nupcias próximamente o tal vez ya lo haya hecho, que quienes me lo han contado no están muy seguros de las fechas, aunque sí del asunto en cuestión.
La cuestión es que el tal hijo de su padre quería celebrar a toda costa la ceremonia en los jardines de la explotación turística. Y héte aquí, que el novio habló con el sacerdote que debía celebrar el sacramento para pedirle que lo hiciera en los salones y céspedes de palacio.
El cura, con buen criterio, le respondió que él no era un ministro protestante y que –si quería ser casado- debía hacerlo en un templo consagrado, como todo buen católico que se preciara.
En vista de que el humilde sacerdote no estaba dispuesto a transigir, el chico habló con su influyente padre para que éste intercediera ante el superior del cura; o sea, el obispo al frente de la diócesis.
Una vez celebrada la entrevista entre el empresario y el sumo rector, llegó la orden desde las alturas eclesiásticas: la ceremonia tendría lugar, como el joven deseaba, en los jardines palaciegos, que quien manda, manda.
Por cierto, recuerdo que los ancianitos de cierto club de jubilados de la zona de Tamaraceite estuvieron muchos meses tratando de que algún sacerdote les oficiara una misa de campaña en una de sus excursiones dominicales, en vano. Que la intemperie es mala para celebrar misas, salvo para algunos. Como se repite en los catecismos: muchos son los llamados y pocos los elegidos.
Y siguiendo con fiestas, aunque sean fúnebres, todavía colean en mi memoria las alharacas y voladores de los aficionados del Real Madrid cuando el Barça fue eliminado por el Chelsea, replicado por hinchas culés cuando le tocó el turno a los blancos, a manos del Bayern, lanzando tracas y cohetes. La clave parecía ser: me dejo sacar un ojo si a ti te sacan los dos.
Me siento hundido cuando compruebo los instintos cainitas que parecen imperar en estas tierras nuestras. Vi el partido del Real Madrid con el Bayern München en un bar repleto de hinchas de los merengues y de feroces culés antimadridistas, provisto cada bando de las camisetas y bufandas respectivas.
Entre el varipinto público,también había una pareja de callados alemanes que no pararon de beber cerveza hasta que acabó el partido y salieron, tras el partido flemáticos y discretos, sin ejercer esa “Fremdeschadenfreude” (alegría por la pena ajena) que se les pudiera suponer, mientras algún furibundo barcelonista aparentaba estar más contento con la eliminación madridista que los propios bávaros.
Así que después de tanta fiesta vana y vacua, concluyo diciendo que hay un nido de pechuguitas (petirrojos) en el jardín del colegio y tenemos algunas ranitas verdes croando entre las hojas del nisperero. El hálito de la vida sigue latiendo; sólo hay que saber encontrarlo, más allá de los fiestorros y los ruidos de esta sociedad enferma.


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