viernes, 27 de mayo de 2011

ANTES DE PARTIR A MADRID


De juguetes y aficiones

Ayer (disculpe el lector, pero este “ayer” no es literal) hacía uno de esos atardeceres de película. Y decidimos dar un paseo en coche: la carretera del norte en dirección a la puesta de sol me atraía desde hacía días; y hacia allá nos fuimos.
No todos saben de mi afición por los coches clásicos, pero este cuaderno de
bitácora moderno es algo así como un confesionario que lleva algún tiempo acumulando telarañas y no hay mejor manera de limpiarlo que haciendo confesión.
Siempre me gustaron los coches, confieso. Cuando era pequeño coleccionaba miniaturas de la marca inglesa Matchbox. Se vendían en el Bazar Copacabana de la calle La Naval, frente al Castillo de la Luz. Aquel bazar era la meca a donde peregrinaba cuando llegaban los regalos de Reyes o se acercaba mi cumpleaños a finales de agosto.
Tuve una buena colección de modelos maravillosos de los años sesenta de mi niñez e, incluso, una pista de carreras de la misma marca. Más adelante llegué a tener la estrella de todos: un fantástico Mercedes Benz rojo, modelo colas 230 S, dirigido por cable de la marca alicantina Payá.
La mayoría de ellos se perdieron en manos de algunos de los hijos de una prima, donados por mí en cuanto me llegó la adolescencia. Muchos años más tarde indagué por ver si quedaba alguno de ellos y la respuesta me decepcionó: fueron a parar a la basura en cuanto el hijo de mi prima creció...
Hoy he vuelto a tener juguetes, pero estos son a tamaño real: la estrella de mis juguetes automóviles no lleva una estrella como emblema, lleva un escudo bávaro azul y blanco, es un BMW de 1986. No es un “bemeta” cualquiera, es un M5 de primera serie, la E28 para los entendidos.
Cualquiera que quiera saber más sólo necesita buscar en Internet. Se fabricaron únicamente 2191 ejemplares de un modelo exclusivo. Dentro de la carrocería de un sencillo sedán de 4 puertas, la división de competición de BMW, Motorsport, metió el chasis y el motor de un coche de carreras, el M1. Sus 286 Caballos DIN lo convierten todavía en algo excepcional en carretera.
Walter Sauermann importó el coche en 1986 y lo matriculó a su nombre cuando su empresa todavía tenía la concesión, Le costó casi 8 millones de pesetas, repleto de extras, todos excepto el techo deslizante, de acuerdo al albarán de entrega. Fue su coche personal durante un par de años.
El coche lo compré en 1997 al jefe de ventas de la antigua Sauerman, que se había establecido por su cuenta después de la quiebra de la compañía. El coche siempre ha estado en garaje y se ha cuidado sin reparar en costos y siguiendo escrupulosamente las indicaciones del fabricante. Ahora tiene algo más de 150.000 kilómetros y sigue siendo un vehículo magnífico.
Como decía, ayer nos fuimos rumbo al sol poniente a bordo de nuestro M5. Hasta Agaete la carretera es monótona, llena de obras inacabables y caravanas de domingueros que volvían por el otro carril en dirección a la capital insular. La vista desde Agaete en dirección a la Aldea es espectacular: las crestas de los acantilados remedan la cola de un dragón.
La carretera serpentea arriba y abajo siguiendo la ruta costera de los cantiles, trazando una línea enroscada a media ladera, como si una cicatriz artificial hiriera la cola de ese dragón durmiente.
Llegaba el catamarán de Fred Olsen mientras se adivinaba la silueta piramidal de Tenerife en lontananza y nosotros subíamos por la carretera en dirección a Guayedra. Bajé la ventanilla del conductor y empecé a apurar las marchas hasta subir el motor de vueltas para insertar la siguiente marcha en el momento en que el par motor era el ideal, por encima de la 4500 vueltas.
No soy ni la mitad del conductor apropiado para la máquina que nos llevaba, pero ayer parecía estar en buenas condiciones para conducir de forma alegre: La carretera inspiraba confianza.
Estaba recién asfaltada y el trazado estaba muy bien realizado, con peraltes adecuados en las curvas, barreras de protección en todo el trazado y un firme nuevo, con un agarre óptimo para los nuevos neumáticos del coche.
Había cierto tráfico de frente, pero durante algunos kilómetros no venía nadie en ambas direcciones. Empezamos a disfrutar trazando las líneas ideales de conducción. Con la prudencia en mente, logré inducir alguna pequeña derrapada controlada con un ligero contravolante en las curvas de derechas, viendo libre el territorio al frente.
Mientras el M rugía, el sol teñía de rojo los farallones de Guayedra y Faneque. Tamadaba mostraba un velo de nubes tenues en lo más alto y Tenerife se vislumbraba cada vez con más claridad en el horizonte...

Escribí la entradilla previa para despabilarme y poder escribir alguno de los capítulos de KOPI LUWAK que se refieren a este maravilloso automóvil. Lo dejé a medias mientras me volcaba escribiendo la novela que mañana presentaré en Madrid. Acabo de echarle un vistazo a estas líneas y al coche de referencia en mi garaje. He decidido colgar las líneas en el blog mientras el M5 me devolvía la mirada.
Le acabo de prometer que volveré a tomarlo por esa carretera antes de que inauguren la nueva. Creo que no existe mejor vía para un amante de la conducción, particularmente al atardecer.

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