Crítica del libro de Moisés Morán Vega, “Medio minuto para morir”
Este artículo se publicó primero en Canarias Cultura
Hace poco tiempo que conozco a Moisés Morán Vega. Lo conocí en una de
las raras ocasiones donde me dejo ver por los eventos culturales de Las
Palmas de Gran Canaria, en las tertulias organizadas por Ramón Betancor
en el Palacete Rodríguez Quegles, bajo el título de “Redgeneración
literaria”, donde compartimos mesa.
Hemos trabado una de esas raras amistades entre literatos, por lo
común más dados a la envidia profesional que a la cooperación, que ha
desembocado en el encargo de presentarlo en uno de los escasos
café-teatro de la ciudad, el “Bambalinón”, donde hemos compartido unas
horas haciendo entrega de ejemplares de su última novela, “Medio minuto
para morir”, a los mecenas que han colaborado en la edición de la misma,
vía ese nuevo término de financiación participativa, el “crowdfunding”.
Los escritores somos lo que escribimos, vivimos de nuestros textos,
de las ideas en las que creemos, soltamos el lastre que nos pesa en la
sentina de la creación; respiramos para los personajes que creamos,
vivimos para escribir, escribiendo lo que somos, desenmascarados en
nuestras propias palabras.
Moisés Morán Vega es un artesano de la palabra, las esculpe a cincel
en sus textos, día a día, tecleando un río que fluye incesante, “al
menos quinientas palabras cada día” -confiesa-, rumbo al horizonte
creativo de los escritores de buena raza.
Es un autor prolífico que crea como un demiurgo, novela tras novela;
ora novelista, ora dramaturgo, siempre escritor; y más ahora que se ha
comprado la libertad mediante la excedencia de su cómodo puesto de
funcionario.
Uno bien se puede imaginar a Moisés Morán Vega como pirata en su
novela “Alí, el canario”, como Armiche, el ecologista adolescente en
“Salvar al lagarto Tamarán” o como el detective Rafael Fabelo en “Medio
minuto para morir”.
Sé, por propia experiencia, el poder de absorción de los personajes
que creamos los escritores. Casi siempre, el creador omnisciente que
pretendemos ser, acaba siempre engullido por la ficción que novelamos.
La coherencia de las historias requiere que nos metamos en la piel de
cada personaje; y cuanto mejor lo hagamos, más verosímil será el
resultado.
“Medio minuto para morir” es la mejor obra que he tenido oportunidad
de leer del autor y lo es porque Moisés ha logrado meterse en la piel de
cada uno de los personajes, rindiendo homenaje a los que lo han
convertido en uno de los mejores novelistas de la actualidad. Destilan
las páginas pequeñas gotas de referencias a Sir Arthur Conan Doyle,
omnipresente el espíritu de Sherlock Holmes por la primera parte de la
novela.
El cine es otra referencia imprescindible en la novela, donde uno
tiene la sensación de pasar los momentos de relax de la novela,
recordando las sesiones dobles del cine Scala o del cine Plaza de la
adolescencia del escritor.
Pero es la vela latina, donde el autor, minervista de toda la vida,
demuestra el conocimiento íntimo de ese mundo de pescadores,
cambulloneros, regatistas y apostadores, que en su momento le sirvieron
para obtener el doctorado en Educación Física.
El protagonista principal de la novela, el inspector Rafael Cabello,
debe resolver unos crímenes relacionados con las regatas y no duda en
disfrazarse de apostador, tomando el alias de ¡Moisés Viera! El autor no
ha dudado un momento en convertir un heterónimo suyo en protagonista de
la novela, como si Pessoa se hubiera mudado al mundo de la ribera de la
ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, convirtiéndose al mismo tiempo en
apostador y señuelo para un asesino.
A partir de aquí la novela entra en el momento histórico donde
transcurre la historia, los días previos al golpe de estado del General
Franco. Apuesta, de nuevo, Moisés Morán Vega por la coincidencia
histórica con hechos trascendentales, mostrando su conocimiento de los
hechos, de los actores y de sus dilemas personajes.
La destreza del autor en los diálogos le permite contar una historia
con la habilidad de un narrador curtido a la luz de la lumbre de una
infancia sin otro entretenimiento que la lectura y alguna que otra
película de romanos, recontadas una y otra vez, buscando finales felices
en un mundo incierto.
Conjura Moisés Morán algunos de sus fantasmas personales en esta
novela, rinde homenaje a la vela latina, a los ideales de la II
República y a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, componiendo una
novela llamada a ser considerada clásica.
1 comentario:
querido antonio, quinientas palabras por dia,recordalo,somos muchos los que estamos esperando con ansias tu proxima novela,abrazos desde Argentina, Ricardo
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