jueves, 5 de junio de 2008

De inspiraciones y otras cosas

Cuando uno busca argumentos para anotar en estos cuadernos de bitácora modernos no sabe a dónde lo llevan los hados de la palabra; o los céfiros de la inspiración. Sobre todo cuando hace días que no lo actualizo.

Andaba por las entreredes estas buscando motivos para volver a escribir una entradita sencilla, cuando recordé que esta semana, el amable cartero de la zona ha decidido ponerse al día y me ha traído todas las revistas de TIME del mes de mayo atrasadas, bien recopiladas y juntitas. Estoy suscrito a TIME desde hace más de treinta años –no me pregunten por qué que me ponen en un aprieto y todavía tengo el sótano lleno de ejemplares sueltos de varios lustros pendientes de limpieza.

Para que mi inglés no se termine de anquilosar y la losa no se cemente del todo sigo hojeando las revistas, al menos cuando el servicio de correos me las hace llegar de manera bien espaciada y tardía, (todavía recuerdo cuando me llegaba puntualmente la revista, junto con el correo, a la escuela unitaria del Tablado, traída por la cartera de Artenara todas las semanas hace más de veinte años).

Ayer me dediqué a repasarlas mientras me recupero de una lumbociática –los años y la mala vida empiezan a pasar factura, parece-. Allí encontré un artículo de un tal Joel Stein, cerrando el ejemplar donde TIME hace repaso a las 100 personas que considera más influyentes del mundo.

Joel Stein dice que todo se puede reducir a una fórmula matemática para designar a aquéllos dignos de ser designados como 1 de 100. (Seguro que si Hernández Guarch lo leyera estaría de acuerdo –todavía me acuerdo de lo que decía en Didáctica de la Matemática de Magisterio: “Hay verdades, mentiras; y estadísticas” y yo se lo devolví años más tarde en alguna Mesa Sectorial, en ocasión aparente al caso).

Pues el tal Stein, que no Einstein, dice que su ecuación debería ser:

Σ ( G + Y +4W) x N
F

Esta ecuación calcularía la influencia de una persona calculando sus entradas en Google, añadiendo sus videos en YouTube, más los enlaces de Wikipedia, multiplicados por 4. Estos elementos deben estar ponderados por dos constantes: N, que representa el índice de novedad, multiplicativo en sí mismo y F, que representa el índice de frivolidad del personaje, claramente divisor.

Independientemente de que la elección de los parámetros sea más o menos afortunada, el señor Stein ha introducido con humor y cierto sentido la reflexión de poner orden al caos de no saber quién es influyente y por qué o, a lo mejor, uno terminaría de entender algunas apariciones fugaces como las del Chikilicuatre o las famas efímeras de programas tomateros y actrices conflictivas; por no hablar de políticos en el candelero o de cualquiera que se llame “influyente”.
En fin, le he dedicado un par de minutillos al tema y me parece que supone “food for thought”; o sea, alimento para el cuaderno de bitácora. ¿Alguna opinión?

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