lunes, 12 de septiembre de 2011

VUELTA A LA REALIDAD

Cumplo años el último día de las vacaciones veraniegas. No sé si es el destino o las casualidades, pero siempre me veo obligado a celebrar mi cumpleaños la víspera del comienzo escolar, un especie de presagio de envejecimiento justo antes de cumplir años de maestro.
Como docente desde hace casi treinta años, la vuelta a la realidad laboral se hace tan refrescante como un salto al agua fría. O te despiertas o te ahogas. Por ahí tenía un borrador de recuerdo vacacional (III Parte), pero creo que va a quedar cerrado hasta que me ponga al día de mis deberes escolares.
Este curso me corresponde lidiar con un heterogéneo grupo de niños de seis a ocho años: unos que necesitan aprender a leer y otros que necesitan aprender a ser autónomos. Suponen un nuevo reto para este maestro que entró en la cincuentena, canoso, hipertenso, novelista y novelero.
Trazo las letras en cursiva en la pizarra mientras danza en mi mente el guión de una nueva novela. KOPI LUWAK ha superado el primer verano en el mercado y empiezo a recibir eso que los americanos llaman “feedback”. Algunos dicen que les ha encantado y se la han recomendado a la cuñada y al vecino. Yo pienso más en esa otra historia que empieza a aguijonearme desde la muralla aborigen que dividió mi juventud allá por el Arguineguín y la montaña de Tauro; y me gustaría que KOPI L. anduviera sola esta parte del camino.
Después de que Jorge Liria me diese el soplo, me pasé parte del verano esperando que algún medio local se hiciera eco de la novela, pero las entrevistas que me hicieron se perdieron entre las crisis de la deuda soberana, la quiebra griega y el paro. Cada vez las páginas culturales de los periódicos son menos, salvo que se refieran a la boda de la duquesa o a ese futbolista que chuta tan bien y se peina mejor que yo. Así que dejé de buscar(me) en las páginas menguantes de la prensa escrita.
A los que me felicitan por la novela, después de haberla leído, realmente no sé qué decirles; si hacerle caso a mi barbero -asiduo de este blog- que me dice qué debo trabajar en la continuación de la historia o ser prudente y esperar que otras voces emitan juicio.
En cualquier caso, la vida sigue y sé que Cándida de La Salle tiene vida propia  pues -según sus últimas misivas- anda feliz por los Mares de la Sonda junto a cierta sacerdotisa Mahapajit.
Por cierto, esta tarde yo tengo cita con el cardiólogo para ver no sé qué asunto de la válvula mitral de mi corazón y ando atareado con hojas de caligrafía infantil a rastras, un esquema de novela, una lucidez tan profunda como las mareas de septiembre y una serenidad madura.

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