La cumbre de la montaña Muda se alza a
casi 700 metros sobre el mar en la zona central del norte de
Fuerteventura. Desde allí se divisan tanto las costas orientales como
las occidentales de la vieja Maxorata e, incluso, en los días claros el
panorama se extiende hacia el norte hasta la vecina isla de Lanzarote.
La visión hacia el sur es, asímimo, espectacular, divisándose en la
lejanía las cumbres de la montaña de Cardón, que abre el camino hasta
Jandía. Aunque no es la montaña más alta de la isla majorera, está
situada estratégicamente y desde lo alto se controla casi la totalidad
de la Isla, particularmente la parte más septentrional de ella,
Maxorata.
Esto lo sabían los antiguos maxos, los
habitantes prehispánicos de la Isla, que construyeron en lo alto una
atalaya y algunos recintos de habitación, aprovechando los solapones
existentes cerca de la cumbre. Estuve allí en el otoño del año 1984
cuando algunas emisoras de radio locales habían empezado a descubrir lo
estratégico del emplazamiento de la montaña Muda para situar antenas
repetidoras y emitir desde allí.
Recuerdo mi subida por la pista
polvorienta que estaban empleando los trabajadores para acarrear los
materiales necesarios para erigir el mástil de la antena. Un tractor de
oruga se había encargado de trazar una pista zigzagueante por la ladera
para facilitar el ascenso de los vehículos todo terreno hasta allí.
La cicatriz de la improvisada carretera
de subida había dejado dos surcos indelebles a los lados de camino,
aplastando aulagas, tabaibas, verodes y jorjos a su paso. Por si eso no
hubiese bastado, los trabajadores habían usado las covachas para comer,
defecar y dejar los restos de tabaco, bebidas y comida, ignorando los
restos de tofios que yacían bajo ellos.
Cuando volví a Gran Canaria, redacté un
artículo para la extinta Comisión de Historia y Etnografía de Canarias
(CHEC), que se publicó en el periódico La Provincia de ese año junto con
algunas fotos ilustrativas. Recuerdo que hubo algunas tímidas protestas
en la Isla, que de nada sirvieron. La antena se erigió como estaba
planeado, en lo más alto.
Tras las antenas de comunicaciones
civiles se han seguido instalando otras antenas distintas, civiles y
militares, junto con varias construcciones, que le han dado a la montaña
Muda -irónicamente- el carácter de la cumbre más ‘habladora’ de
Fuerteventura. Las cicatrices de la pista de acceso siguen marcando los
flancos de acceso a la cima, indelebles, habiéndose incluso ampliado la
carretera inicial. Por supuesto, los antiguos restos aborígenes quedan
reducidos a una antigua fuente y el vago recuerdo de los que los vimos
hace más de treinta años.
Una de las vistas que todavía permanece
desde la cumbre de la Muda es la mítica silueta piramidal de Tindaya,
situada en la llanura septentrional. Poco tiempo después de mi primera
visita a la Muda, le tocó el dudoso turno de la ‘modernidad’ a la
montaña sagrada.
La apreciada piedra de traquita de
Tindaya estaba siendo explotada en una mina a cielo abierto, desde hacía
varios años, exportándose para edificios nobles a lo largo de toda
Canarias. Como quiera que la explotación de la cantera entraba en
directa colisión con el carácter de monumento natural y arqueológico, el
ingeniero José Antonio Fernández Ordóñez tuvo la brillante idea de
implicar al artista Guipuzcoano, Eduardo Chillida, para conseguir una
forma de seguir extrayendo material y aprovechar el hueco resultante
para realizar una vieja idea del escultor, el proyecto “Mendi-Hutz”,
montaña vacía.
* Enlace a una tesina sobre el proyecto
geológico-artístico en la web de la Universidad Politécnica de Cataluña,
de donde proceden los textos en cursiva.
“ Desde la idea del alabastro Mendi-Utz o montaña vacía Eduardo Chillida, tal y como frecuentemente hacía con sus obras, continuaba pensando sobre estas ideas de meter el espacio dentro de una montaña, y de ello había hablado tendidamente (sic) con su gran amigo José Antonio Fernández Ordóñez.
Su proyecto era conocido por la magnitud del mismo y con José Antonio habían visitado montañas en Sicilia y Finlandia normalmente por petición externa. En el caso de Tindaya fue distinto, José Antonio Fernández Ordóñez estaba con uno de sus proyectos de ingeniería en la isla de Fuerteventura y al ver la belleza de la montaña y los problemas ecológicos debido a una explotación de canteras decidió llamar a Eduardo Chillida para ver si le interesaba.
Se enteró que la montaña de Tindaya tenía unos problemas por unas canteras. Es entonces cuando Eduardo Chillida encontró la solución a la montaña y a su recerca (sic) artística.
Al ver la montaña Chillida intuyó la fuerza religiosa del lugar y no tuvo ninguna duda acerca de la idoneidad de la montaña para su obra artística, eso sí, sólo si la montaña quería el espacio en su seno, y es por eso que los sondeos darían la respuesta que Chillida estaba buscando”.
El proyecto de horadar la montaña de
Tindaya contó con una firme resistencia de la sociedad majorera, con
acciones legales y civiles de protesta que acabaron con la paralización
temporal del proyecto. La historia del proceso rocambolesco, con
implicaciones políticas, empresariales y judiciales acabaron por agotar
la paciencia de bienintencionado artista vasco, que acabó dándose cuenta
de su instrumentalización y se alejó discretamente del mismo hasta su
fallecimiento en el año 2002.
Después de una pausa de más de una
década el presidente del Cabildo de Fuerteventura ha declarado
recientemente la decisión de la alta institución majorera de retomar el
proyecto de extracción de la traquita según el diseño de Chillida,
cuyos derechos han sido cedidos oportunamente por los herederos del
escultor.
Es indudable que Chillida es un artista
de talla mundial, con reputados diseños que combinan la naturaleza con
la creación humana, y su intervención en la montaña de Tindaya hubiera
supuesto una obra única de características megalómanas, dadas las
dimensiones del sitio elegido. Pero las preguntas que siguen abiertas
sin respuesta es: ¿mejoraría las condiciones de la montaña sagrada tras
la obra? ¿la haría más atractiva después de meses de trabajos de
ingeniería y de infraestructuras nuevas o sólo serviría para que los
adjudicatarios tuvieran a su disposición millones de metros cúbicos de
traquita ornamental de gran valor?
“El proceso constructivo del vaciado del material sigue una perforación a sección constante, empezando por la boca de entrada, llegando a la cavidad central y terminando a las dos salidas superiores. El material excavado se va extrayendo a base de vagonetas por la embocadura de entrada. Las dificultades mayores, debido a sus dimensiones, recaen en la cavidad central donde existen dos posibles alternativas de ejecución: la más tradicional sería la estabilización de la cavidad mediante bulones, mientras que la opción escogida parte de una galería superior por donde se puede ejecutar el techo de la cavidad antes del vaciado total de la misma. Es lógico pensar que este último procedimiento tiene la contra partida de que al tener un agujero más puede ser más perjudicial aunque por él pueden pasar todos los sistemas de mantenimiento.
A mayor homogeneidad del macizo rocoso mayor será la distribución general de tensiones en él debido a las cavidades, y por tanto, a los esfuerzos que va a ser sometido. Por ahora, los modelos de elementos finitos en tres dimensiones se han hecho a partir de la piedra de las canteras y es de extrañar que sean negativos con la roca del interior de la montaña, en teoría de mayor resistencia.
La única dificultad radica en el modelo de trabajo, se supone un modelo continuo del terreno a diferencia del discontinuo real debido a los diques sobre todo. Es por eso que el uso de bulones se hace necesario, actuando en el terreno del mismo modo que la tierra armada. A pesar de todo esto, la redistribución de tensiones también viene dada por el tipo de forma de extracción de la piedra, siendo mejor un corte vertical a un corte horizontal.
Chillida no le daba mucha importancia a los acabados del bulonado y a este tipo de aspectos, que aunque tengan mucha interferencia a nivel visual, son la respuesta a la misma cavidad, y por tanto, sería inútil tratar de esconder lo que la montaña pide. El acabado superficial de las cabidades se hará como en las canteras, mediante un corte de sierra.
José Antonio Fernández Ordóñez era consciente de los problemas geotécnicos, ingenieriles y socioambientales de toda la construcción, pero lo veía como una dificultad más del proyecto ya que este convenía para la sociedad actual y para la futura. Es por eso que se reunió con un equipo de especialistas expertos en ecología, análisis y percepción del paisaje, vegetación, fauna, turismo e ingeniería civil, más un equipo de colaboradores especialistas locales para realizar el estudio del actual proyecto de Tindaya, del proyecto de construcción y del impacto que tendrían sus obras”.
Una intervención de tales
características supondría además la profanación de un lugar único, ya
considerado un monumento natural por sí mismo, similar en
consideraciones al Monte Uluru en el Centro de Australia, el monte Athos
en Grecia, el monte Sinaí en Egipto o el Monte Ararat en Turquía o el
mismo Monte Fuji en Japón.
A lo largo y ancho de todo el planeta se
encuentran montañas con características especiales, siendo lugares
simbólicos por sí mismos, sagrados y respetados desde siglos. Y ninguno
de ellos necesita ser profanado, horadándolos, para convertirlos en
lugares de dudosas peregrinaciones turísticas.
“La realización de los sondeos se
ejecutará mediante cuatro plataformas temporales construidas en la zona
norte de la montaña mediante la ayuda de transporte por helicóptero para
no dañar la superficie de la montaña. Tendrán aproximadamente 80 metros
cuadrados y estarán asentadas sobre capas protectoras de fibra
geotextil y PVC para una protección medioambiental máxima. En algunos
determinados lugares se añadirá una protección de neopreno y
dispositivos de decantación y reciclaje del agua de refrigeración de la
máquina perforadora. Se utilizaran grúas derrick para el movimiento de
los materiales. Los grabados podomorfos situados en el sur de la montaña
no se verán afectados por este estudio técnico. Es tal la importancia
dada a estos elementos que la protección medioambiental significa la
mitad del presupuesto de ejecución”.
En Canarias hemos cometido ya
suficientes profanaciones a nuestro territorio para no haber aprendido
de ellas. Sólo hace falta darse un paseo por las costas de nuestras
islas para comprobar la destrucción que hemos causado en aras de un
turismo de masas. Hemos pagado un alto precio, sacrificando mucho de
nuestro territorio original al dios Mammon del turismo, que exige un
pago cada vez más alto, hipotecando nuestro futuro en aras a un
desarrollismo depredador de espacios únicos.
Como he escrito en un artículo previo
criticando los disparatados proyectos de teleféricos en Gran Canaria, el
perfil de nuestras montañas es -como mínimo- tan atractivo como el del
”skyline” de Manhattan o París. En Fuerteventura no se necesita una
torre Eiffel ni un rascacielos como en Hong Kong para atraer más
turistas. El paisaje y las playas necesitan poco para que los europeos
se sientan ya atraídos. No es necesario agujerear Tindaya ni Tirba, ni
Gairía para ello. No debemos permitir que se profane Tindaya al igual
que los japoneses no profanarían el Monte Fuji, los napolitanos el
Vesubio o los suizos el Matterhorn.
*Enlace al dossier de “Salvar Tindaya”https://amec.files.wordpress.com/2011/01/dossier-tindaya.pdf
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