Ayer por la tarde había una
solitaria rosa presidiendo la entrada de los apartamentos. Algún alma sensible
–quizás un turista- había cogido una botella verde de refresco, le quitó las
etiquetas que la identificaban, rodeó el plástico con una cinta roja a modo de
adorno simple, la llenó de agua, puso dentro una modesta rosa roja y la posó
sobre la antigua mesita de la vieja recepción, dando un poco de color y belleza
al frío vestíbulo de la casa.
Esta mañana ya no estaba. No
estaba la rosa, porque el improvisado florero seguía allí, a modo de testigo de
una acción mezquina. Alguien pensó que esa flor anónima era demasiado bonita
para dejarla donde estaba para el bien común de todos los que el edificio
habitamos. Se la llevó –supongo que para su propia casa- pensando: “lo que es
de todos no es de nadie; y si no es de nadie, mejor la cojo yo, antes de que lo
haga otro con menos méritos que yo.”
Contrasta esta actitud con la de
aquellos que dejan sobre la misma mesita libros de todo tipo para que sirvan de
improvisada biblioteca de intercambio. La mayoría de las veces son libros,
revistas y periódicos extranjeros que dejan sus lectores para que otros
disfruten de los textos que ellos ya han leído. Los inquilinos del edificio se
dividen casi a partes iguales
entre los residentes locales y los turistas que pasan los fríos meses
invernales cerca de Las Canteras. Pero esa proporción no se divide de igual
manera entre los que comparten sus lecturas y los que no.
La inmensa mayoría de los libros
y periódicos son finlandeses, escandinavos o alemanes. Casi nunca hay
ejemplares en español, salvo cuando nosotros dejamos algún ejemplar de la
prensa nacional o alguna señora retirada se desprende de los ejemplares
atrasados de la prensa rosa (me atrevo a confesar que eso me sirve para saber
de las andanzas de éste o aquél personajillo y de no perder de vista quién es
quién en la farándula vergonzosa de las televisiones).
Mientras escribo esto, después de
una semana de gripe, el viento se levanta feroz y frío desde el norte, trayendo
esquirlas de invierno y noticias de (más) corrupción política, donde algunos
supuestamente se han llevado a Suiza algo más que flores.
La situación me deprime tanto que
mañana mismo compraré una flor para colocar en su lugar del vestíbulo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario