Pelagia noctiluca (Imagen de la wikipedia)
(para mi amigo Cacho Ripa
que está aprendiendo a margullar este año de las medusas)
Cuando se retira la marea
alta las medusas tapizan la orilla de la playa de Las Canteras como
si fueran los restos de un postre gelatinoso que algún goloso haya
dejado caer descuidadamente al suelo húmedo. Son centenares de miles
de ejemplares que los servicios municipales se afanan en recoger cada
mañana.
La mayoría de ellos son
ejemplares de las famosas aguavivas canarias, Pelagia noctiluca,
pero también se encuentra algún que otro ejemplar de la llamada
“carabela portuguesa” Physalia physalis y algunos restos
de otras especies que no puedo identificar, como una que deja una
enorme gelatina blanquecina que flota entre las algas pardas.
Las toneladas recogidas
en los pasados tres meses sobrepasan la memoria colectiva al
respecto. Las cantidades de ejemplares son la prueba evidente de que
las aguas canarias son testigos de un fenómeno extraordinario.
Parece que el mar está plagado de ellas.
Fiel a mi costumbre y
para paliar los efectos del par de hernias discales que me martirizan
en cuanto pueden, me suelo dar un baño casi diario en la playa.
Desde principios de junio había querido prescindir del neopreno en
mis paseos de superficie, pero alguna que otra medusa me ha recordado
lo urticante que pueden ser.
Una vez solventadas las
picaduras con un emplasto de mi propia orina (remedio tradicional que
funciona mejor que cualquier potingue de farmacia; aunque la
wikipedia me desmienta), me sigo sumergiendo –provisto del traje de
buceo que me cubre casi el 80% de cuerpo, que no tengo suficiente
urea para neutralizar tanto nematocisto- con la fascinación añadida
de poder contemplar la armoniosa danza de estos seres etéreos.
A pesar del temor que
despiertan estos invertebrados primitivos entre los humanos que estos
días se acercan al mar para huir del siroco, las medusas son una
bendición para toda la cadena alimenticia de la playa, y
probablemente más allá de los límites del arrecife.
La capacidad nadadora de
las medusas es muy limitada y se convierten en juguete de las
corrientes marinas. Cuando llegan a aguas someras están perdidas: no
pueden regresar a aguas abiertas por si mismas y las mareas las
llevan a rozan con los fondos y las rocas, cuando no directamente a
quedarse en seco sobre la orilla.
Una vez sucede esto están
totalmente indefensas y se convierten en pasto de todos los animales
que pueden hacer presa en sus hermosas exumbrelas. Por esa zona
superior son devoradas por sargos, fulas, pejeverdes, salemas,
lebranchos y hasta los cangrejos que merodean entre las rocas. La
rica proteína de la gelatina sirve de alimento a muchos animales.
Es cierto que más de un
bañista inocente ha recibido en sus carnes la urticante caricia de
los nematocistos, pero el beneficio en la vida marina es enorme.
Además de aguavivas las aguas de la playa se han llenado de
longorones, que deben haberse beneficiado de las vedas de anchoas del
Cantábrico.
Detrás de los longorones
han entrado barracudas, palometas y hasta peces aguja. Parece que
algo está provocando un inusitado florecimiento de la vida en las
costas de la ciudad.
Los biólogos opinan que
el florecimiento de las medusas se debe a que no tienen depredadores
naturales suficientes, debido a la excesiva sobrepesca de atunes y
tortugas. Unos dicen que la erupción submarina del volcán de El
Hierro tiene que ver con esto, otros sostienen que es el
calentamiento global y alguno dice, con ironía, que la crisis y la
prima de riesgo deben ser las responsables.
Yo no estoy seguro, pero
si le echamos un vistazo a la biología de las medusas, sabremos que
estos animales se reproducen de una forma muy curiosa: hay una
generación pelágica que nada libremente en el océano como estas
medusas de las que hablamos, pero la siguiente generación es sésil
y se fija en los fondos marinos donde vive como pólipo durante años.
Este es un año de
grandes números de ejemplares pelágicos, que nadan por nuestras
aguas como etéreas danzarinas que fluyen en las corrientes marinas,
aprovechando alguna ignota conjunción estelar o la oportunidad de
reproducirse en aguas extraordinariamente cálidas.
He oído que las
autoridades municipales quieren poner redes en la playa o, incluso,
utilizar un catamarán-recogebasuras para recolectar a las herederas
de la hidra de mil cabezas, la mitológica Medusa.
Es difícil argumentar
que se deje a la naturaleza seguir su curso y que las medusas sigan
arribando a las orillas, para deleite de las viejas y terror de los
bañistas, pero habría que recordar que la naturaleza es sabia y
tanta abundancia de vida sólo puede significar que el planeta es más
sabio que los humanos.
Quizás sea la presencia
de las medusas algún tipo de señal -celestial o terráquea- para
que seamos conscientes de la fragilidad de nuestro medio. Quizás
haya alguna princesa Mandalika como la de la isla de Sumba, que nos
quiere recordar que se ha cometido alguna injusticia con ella.
En la isla de la madera
de sándalo en Indonesia-la isla natal de Sumba, protagonista de mi
novela en Kopi Luwak- ocurre todos los años, en el comienzo del año
lunar por el mes de febrero o marzo, la aparición de gusanos nyale.
Los multicolores anélidos del gusano pololo son recogidos para ser
ceremoniosamente comidos por los nativos, que creen que son la
reencarnación de la princesa Mandalika, que vuelve de esa manera a
las tierras que la vieron nacer en el reino de Lombok.
Sólo algunos nativos son
conscientes de que los gusanos viven todo el año entre los corales y
que esa aparición milagrosa se debe más a su necesidad reproductiva
que a la mitológica Mandalika.
Quizás debiéramos
nosotros también buscar alguna razón mitológica para explicar la
aparición de nuestras aguavivas, porque la biológica es más
prosaica y después de reproducirse en nuestras aguas veraniegas las
medusas pasarán a su estado sedentario durante la próxima
generación, perdiéndose entre el zoopláncton y los nuevos volcanes
submarinos, dejando las playas a merced de las bandadas de turistas
colorados.
Yo , particularmente,
prefiero nadar entre las medusas cada día a enfrentarme a los
telediarios y a los incapaces que nos están llevando a aguas más
procelosas que las del océano lleno de vida. Quizás sean las
medusas capaces de inspirarme algún relato o llevarme a algún reino
submarino habitado por sirenas con una corte de aguavivas purpúreas
danzando a su alrededor.
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