Hace algunas semanas declaraba el
jugador de fútbol francés Nicolas Anelka –refiriéndose a sus compatriotas
periodistas- que había algunos que habían leído kilómetros de libros y que no
le servían para nada.
Anelka decía que él no había
estudiado pero que ganaba mucho dinero en el fútbol chino, dándole patadas a un
balón, mucho más dinero que aquellos que lo criticaban por el salario que
percibía. Después de un largo peregrinar por Francia, España y Reino Unido, el
futbolista había decidido recalar en el país asiático por -¿cómo no? -dinero, que es la medida de todas las cosas, como Anelka bien sabe.
El jugador cobra 230.000 euros
semanales en el equipo Shangai Shenshua. Parapetado detrás de esa exorbitante cifra se
pavonea delante de los periodistas del diario “Le Parisien”, diciéndoles que el
teorema de Pitágoras a él no le ha servido para nada y que a los escritores del
diario no le sirven los “kilómetros de libros” que han leído sino para hacer lo
que hacen: escribir sobre él, estrella fugaz del balompié mundial.
No sé cuántos libros habré leído
yo en mi vida, pero seguro que ocuparían algunos kilómetros de vía férrea y de
vía pedestre si se contaran. He leído mucho, aunque siempre queda tiempo y
espacio para seguir leyendo. Alguna vez quise leer la “Encyclopaedia
Británica”, como Borges, pero solo llegué a tiempo para leer la Micropaedia
antes de que la convirtieran en espacio cibernético de pago y se difuminara en
competencia con Google y la Wikipedia.
Leí los fascículos semanales del
diccionario enciclopédico Monitor de la editorial Salvat, que devoraba
alfabéticamente cada fin de semana cuando mi padre traía los ejemplares que
compraba cada quincena en un quiosco de la calle del Reloj. Según se iban completando
los volúmenes encuadernados iban a parar a la librería que mi padre compró
ex-profeso para ello. Desde allí me hacen guiños con sus tapas de piel
cuarteada cuando visito a mi octogenaria madre.
Cientos de novelas jalonan mi
existencia, y esos miles de páginas impresas deben formar muchos kilómetros,
añadidos a enciclopedias, revistas y periódicos varios. Tiene razón Anelka en
que no hace falta haber leído tanto para correr como un niño detrás de una
pelota en fiera disputa con otros 21 gladiadores del césped. Mientras él corre
detrás de un juguete, yo sigo leyendo y escribiendo en un arte decadente, el de
las letras, el del pensamiento escrito.
Algo de cierto, sin embargo debe
tener la opinión de Anelka porque –aparentemente- la clase que hizo dinero y fortuna
hasta hace bien poco no es precisamente la que más cultura tiene o la que más
libros ha leído. Sólo basta echar un vistazo a los anuncios de venta de coches
y propiedades de alto valor económico que ahora salen a la venta en los
portales de internet, donde no existen correctores gramaticales. Sus orgullosos
propietarios están ofertando a precios de ganga, vehículos y propiedades muy
apetecibles al mejor postor.
En pocos minutos de investigación
verá el lector como las descripciones de los “porsches”, “bmws”y “mercedes” de alta gama están repletos de errores
que hacen daño a la vista, donde ni siquiera los anunciantes son capaces de
escribir el nombre de la marca y modelo de su coche correctamente.
Si se hace lo mismo con apartamentos en el sur o casas de campo, que fueron preciados objetos de los deseos de la especulación inmobiliaria, como segundas viviendas, se verán los mismos errores en las descripciones. Mucho me temo que aquellos que se enriquecieron rápidamente compartían con Anelka el mismo espíritu: No lean; es inútil.
Si se hace lo mismo con apartamentos en el sur o casas de campo, que fueron preciados objetos de los deseos de la especulación inmobiliaria, como segundas viviendas, se verán los mismos errores en las descripciones. Mucho me temo que aquellos que se enriquecieron rápidamente compartían con Anelka el mismo espíritu: No lean; es inútil.
Desafortunadamente, no sólo son
aquellos que ahora venden sus propiedades las únicas víctimas. Todos estamos
siendo afectados por la crisis económica, tanto letrados como iletrados.
Pero la crisis más preocupante es
la que subyace debajo, la crisis de valores éticos y morales. Es curioso que
Anelka reaccionara agresivamente al ser preguntado por los periodistas sobre su
sueldo –libre de impuestos en China- y, por consiguiente, libre de los planes
del gobierno socialista de Hollande de gravar los salarios de los futbolistas
en Francia. Los privilegiados, aunque sean de origen modesto, esgrimen la
bandera de la invulnerabilidad de sus riquezas al fisco.
Sufrimos en nuestro país de unas
nefastas administraciones públicas y unos gobiernos incapaces para solventar los retos
que supone esta época de crisis global. Así que los argumentos de muchos
ciudadanos empiezan a transmitir la sensación de decadencia de esta
civilización, de este modelo de sociedad: todo vale mientras yo me salve.
Eso parece estar causando el
deterioro social y económico de nuestra sociedad de forma acelerada. No sé si
estoy contemplando el desmoronamiento del modelo social español (y quizás
europeo), con la pérdida de derechos sociales, acompañada de la pérdida de todo
sentido ético y moral, una especie de caída del “Imperio Europeo” del mercado común y la moneda única.
Mientras eso ocurre me refugio en
la lectura de los Episodios Nacionales de don Benito Pérez Galdós, añadiendo
más kilómetros de libros a mi vida -¡qué significa una raya más para la piel
del tigre!- mientras se oyen los ecos de las manifestaciones en la calle.